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Los vinos de alta montaña, futuro ante el cambio climático

Los viñedos de altura en Cataluña son aquellos que se encuentran por encima de los quinientos metros, especialmente aquellos que superan los ochocientos metros. “Nosotros los llamamos viñedos de alta montaña”, dice el viticultor de la bodega Batlliu de Sort, Josep Maria Rabassa, en Vadevi

El nombre de la bodega hace referencia al lugar donde se sitúan sus viñedos, en las laderas de este municipio a más de setecientos metros de altitud. Los terrenos donde ahora crece la uva eran antiguos prados de pasto, que esta bodega ha reconvertido en viñedos. “Hace más de doscientos años que desapareció la viña en la zona. Pero apostamos porque creíamos en el vino de alta montaña”, comenta Rabassa. Los viñedos de Batlliu de Sort están rodeados por bosques de robles y fresnos, en el corazón de los Pirineos y a los pies del Parque Nacional de Aigüestortes y el Lago de San Mauricio.

Una apuesta singular: vino de altura 

Los viñedos repartidos entre zonas del territorio catalán, como el Pallars Jussà, la Vall Fosca, Tremp, y Andorra ofrecen una nueva dimensión a los vinos. Unos vinos que nacen de un origen marcado por unas condiciones climáticas y orográficas más exigentes. En este sentido, las variedades de uvas más adaptadas al clima fresco de la alta montaña son el pinot noir, el riesling o la garnacha blanca.

Para Rabassa, la viticultura de alta montaña es un reto que compensa: “Estamos haciendo lo que nos gusta en medio de los Pirineos. Contamos con la ventaja de que el clima es frío y el contraste térmico entre el día y la noche marca la diferencia en nuestros vinos”. El viticultor precisa que los vinos de altura tienen un carácter único marcado por la frescura, la acidez elevada y una gran capacidad de envejecimiento. “También son unos vinos con menos grado alcohólico. Hay que encontrar un equilibrio cuando produces en la alta montaña, porque el período de calor es corto y no hay tiempos prolongados de producción de la uva. El rendimiento de los viñedos es más bajo, pero la calidad de los resultados es indiscutible”, asegura Rabassa. 

En esta línea, la técnica de viña de la bodega Castell d’Encús, Adriana Montsó, coincide en que la alta montaña permite elaborar vinos más frescos y con mayor potencial de envejecimiento. “Las zonas con más altitud, permiten obtener vinos con un pH más bajo, más acidez y, a la vez, con mucha frescura. La acidez favorece el buen envejecimiento de los vinos”, aclara.

Imagen del viñedo de la bodega Castell d’Encús / Cedida
Imagen del viñedo de la bodega Castell d’Encús / Cedida

La acidez, concepto clave para el buen envejecimiento de los vinos 

Para poder envejecer un vino como es debido es necesario contar con un grado de acidez elevado. Tanto Rabassa como Montsó señalan que el cambio climático ha jugado una “mala pasada” a los viñedos de cotas inferiores. “En zonas más cálidas, la pérdida de acidez afecta la calidad del vino y su capacidad de envejecimiento. Por eso, los vinos de alta montaña se presentan como una alternativa al aumento de las temperaturas y demuestran que también se pueden hacer grandes vinos en zonas donde este producto está menos arraigado”, comenta Rabassa. 

Sin ir más lejos, Montsó destaca que el proyecto de la bodega Castell d’Encús nació como una alternativa para hacer frente al cambio climático. En Castell d’Encús trabajan la viña en tres altitudes: Talarn (1.000 m), Santa Engràcia (1.100 m) y la Vall Fosca (1.250 m). “En estas altitudes se logran maduraciones más lentas, pH más bajos y acideces más elevadas, lo que da a los vinos un gran potencial de envejecimiento”, argumenta la técnica de viña. 

Pero los vinos de altura no solo son una opción para adaptarse al cambio climático, son una manera de reivindicar el oficio de los viticultores y valorar una viña que es más exigente a la hora de trabajarla. Desde las dos bodegas están de acuerdo que la orografía de los viñedos de alta montaña “con pendientes pronunciadas y parcelas pequeñas” da menos producción y es más dura de trabajar: “Pero los resultados valen la pena”.

En este sentido, cada vez hay más amantes de los vinos que buscan producciones de las bodegas de altura. “Hay un público que busca estos vinos más frescos y elegantes”, concluye Montsó. Además del Castell d’Encús, en Cataluña hay otras bodegas referentes en la elaboración de esta tipología de vinos, como son La Borda de Cebrià y Sant Miquel de Tremp. También Andorra se ha convertido en cuna de estos productos, donde la Borda Sabaté 1944, Casa Auvinyà o Casa Beal trabajan para adaptarse al relieve y las condiciones climáticas de montaña.

Los vinos de altura, por tanto, son una apuesta por la calidad que escapa de los estragos del cambio climático en la viña costera. Unos vinos que se consolidan como una joya en el panorama vitivinícola, haciendo de cada copa un reflejo del terruño y la altura que los ha visto crecer.

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