El barrio de Sants tiene su propio bar de vinos de cabecera, y se llama Macot. Un espacio acogedor y sin pretensiones, donde el vino es el hilo conductor pero no el único protagonista. Encontrarás platos para compartir, buen ambiente y, sobre todo, una manera de hacer que te abraza nada más entrar. Una propuesta joven y valiente que apuesta por el producto de proximidad, por el buen beber y por hacer de cada visita una pequeña celebración.
Un proyecto con alma y raíces familiares
Macot es la apuesta personal de Jossy Diaz, Montserrat Povar y Luis Arturo Garcés, tres socios y amigos que tomaron el traspaso del local en el verano de 2024. Desde entonces, han hecho crecer el proyecto con una identidad muy clara: ofrecer buen vino y buena comida en un espacio acogedor, sin pretensiones ni formalismos. “Queríamos crear un lugar donde poder beber buen vino sin tener que vestirte para salir, donde no te sientas juzgado ni tengas que entender mucho”, explica Jossy Diaz, de origen ecuatoriano, y apasionada del mundo del vino.
El nombre del local —Macot— es un homenaje familiar. Era el apodo del abuelo de los primeros propietarios del bar y como evoca recuerdos, ternura y una manera de hacer las cosas desde el corazón, decidieron mantenerlo. Este espíritu familiar impregna todo lo que sucede entre las paredes del local: desde la forma en que te atienden hasta el detalle con el que han cuidado la carta, tanto de vinos como de comida. En Macot todo está pensado para acompañar, no para impresionar.

Una de las claves del éxito de Macot es su propuesta gastronómica. La carta no se ha cambiado por completo desde el principio, sino que se ha ido puliendo poco a poco, manteniendo aquello que funcionaba y añadiendo su propio toque. El resultado es una selección de platos calientes y fríos para compartir, con productos de calidad, sabores equilibrados y una presentación sencilla pero cuidada. Encontramos, por ejemplo, un brioche de papada ibérica cocinada a baja temperatura y lacada con Hoisin, un canelón de meloso de ternera con salsa de setas y queso parmesano. La carta es corta pero variada, pensada para combinar con los vinos y para adaptarse a diferentes apetitos y momentos. Es fácil ir solo a tomar una copa con una tapa o acabar cenando a gusto sin tener que planearlo demasiado.
130 vinos elegidos con criterio (y pasión)
El vino es el auténtico hilo conductor de la experiencia Macot. La carta incluye unas 130 referencias, con una presencia destacada de vinos de proximidad: alrededor del 70% son catalanes. “Nos gusta trabajar con pequeños proyectos que conocemos, que nos emocionan, que tienen alma”, comenta Diaz. Conviven vinos naturales, clásicos bien elaborados, espumosos y descubrimientos sorprendentes. No hay una línea única, pero sí un criterio claro: vinos que cuenten algo. La carta se renueva con frecuencia y siempre hay alguna botella nueva para probar. Si no eres experto o no tienes claro qué quieres, no pasa nada: lo mejor que puedes hacer es dejarte aconsejar. El equipo te escucha, interpreta y acierta. Y eso, en un bar de vinos, es media experiencia.
Un lugar para todos: acogedor y sin formalismos
En Macot no es necesario saber de vino para disfrutarlo. La idea es romper la barrera que a menudo rodea el mundo del vino y acercarlo. “Queremos desmitificar el mundo del vino, hacerlo accesible”, insiste la propietaria. Y lo logran con una fórmula muy sencilla: trato cercano, ambiente cálido y escucha activa. El público que los visita es muy variado: parejas jóvenes del barrio, grupos de amigos, turistas que pasan por delante, vecinos que vuelven semana tras semana. Y todos encuentran su lugar. No es raro que alguien entre a tomar una copa y acabe quedándose a cenar. El local es pequeño y acogedor, con una estética que invita a quedarse. Si la sala está llena, siempre queda la barra para hacer tiempo con una copa mientras esperas. Y si tienes suerte, tal vez acabes hablando con alguien del vecindario que te contará su vino favorito.
Macot abre de martes a sábado por la tarde, y se ha convertido en poco tiempo en una dirección de referencia en Sants para quien busca buen vino y buen ambiente. Pero más allá de la carta y de las copas, lo que realmente define a Macot es la sensación de estar en un lugar honesto, construido con pasión y cuidado con afecto. No es un lugar para hacer postureo, sino para volver. Y por suerte, no solo por el vino —que también— sino porque te tratan como si fueras de la familia.


