El envejecimiento de los productores agrarios y la falta de relevo generacional han dejado muchas tierras abandonadas o en manos de oligopolios en los últimos tiempos. En Cataluña, la crisis del campo no es solo económica: también es social, territorial y ambiental. Cada vez hay menos jóvenes que quieran vivir de la tierra, y esto conlleva una pérdida progresiva de soberanía alimentaria, biodiversidad y equilibrio ecológico.

“El problema no es solo de la viña, sino de todos los cultivos, y si no empezamos a actuar pronto, dejaremos de tener producción propia”, alerta Adrià Ramon, coordinador del proyecto Coop-era. Explica que “los campos abandonados sirven de refugio para la fauna salvaje, que puede transmitir enfermedades y provocar desequilibrios en el medio”. Añade que esta situación agrava la pérdida de soberanía alimentaria, rompe el mosaico agrario-forestal que mantiene el equilibrio ecológico y nos hace perder “una riqueza paisajística y ambiental que nos hace diferentes como territorio”.

La inserción como vía contra el abandono del campo

Coop-era es una iniciativa impulsada por la cooperativa Actua, que trabaja para facilitar el relevo agrario y promover la inserción laboral de colectivos vulnerables. El proyecto gestiona tierras en régimen de aparcería con agricultores sin relevo familiar y ofrece formación y acompañamiento a personas en riesgo de exclusión, aplicando criterios de economía social y solidaria. Actualmente, Coop-era trabaja en la zona del Penedès con huerta, viña y melocotonero, y proporciona servicios agrarios a diversas explotaciones del territorio.

Una de las iniciativas más destacadas del proyecto es su propia gama de vinos. Este 2025, Coop-era ha presentado un nuevo vino merlot joven, elaborado por Ivà Gallego con uva de una viña de Sant Pau d’Ordal. La nueva referencia se añade a los cuatro vinos blancos que ya salieron al mercado hace un año, hechos con variedades tradicionales del Penedès (xarel·lo, macabeu y parellada) y elaborados en colaboración con pequeñas bodegas locales como Cal Tiques, Entrevinyes y Valldolina.

Un vino para salvar del olvido

La idea de hacer el vino surgió, según explica Ramon, de la necesidad de dar más valor a la uva que cultivaban. Después de la primera vendimia, constataron que, a pesar de todo el trabajo manual que suponía podar, deshojar y cosechar a mano, el precio de venta era muy bajo y el retorno económico, insuficiente. “Por eso, decidimos vinificar la uva nosotros mismos. Esto nos permite dar visibilidad al proyecto y llegar a nuevas mesas”.

Imatge vinyes / pexels
Imagen viñas / pexels

Para reforzar el impacto social del proyecto, el etiquetado y el embalaje del nuevo vino tinto ha sido diseñado por el alumnado del Grado Superior de Gráfica Impresa de la Escuela de Arte Arsenal de Vilafranca. Además de la producción de vino, Coop-era es también una escuela en el campo. “El día a día con la viña, la huerta o el melocotonero es una formación continua para jóvenes en situación de vulnerabilidad”, apunta Ramon. “Cuando acaban el paso por el proyecto, muchos continúan dentro de la cooperativa. Trabajamos competencias básicas y hábitos laborales, para que salgan más preparados para el futuro”.

Aun así, entrar en el sector agrario sigue siendo muy difícil. “Los costos no dejan de subir, especialmente si hablamos de agricultura ecológica: fitosanitarios, abonos, gasóleo… A veces el producto se vende tarde y hacer que cuadren los números es complicado”, reconoce Ramon. “Por eso es necesario que las administraciones lo prioricen: hacer políticas valientes que incentiven el acceso a la tierra y la incorporación de jóvenes. Si no, el relevo no llegará”.

Un relevo familiar sin garantías

Uno de los grandes obstáculos es que el relevo familiar tradicional ya no está garantizado. Muchas explotaciones han pasado de padres a hijos durante generaciones, pero hoy muchos jóvenes optan por carreras alejadas del mundo rural. Ramon señala que “muchas fincas ya no tienen continuidad porque los hijos han elegido otros caminos profesionales aconsejados por sus antecesores”, y añade que, a menudo, no es solo una cuestión de voluntad sino también de viabilidad económica y falta de apoyo institucional. Este vacío genera una ruptura entre la tierra y las nuevas generaciones, y refuerza la urgencia de encontrar nuevas vías.

Coop-era es una de las iniciativas, que demuestra que otro modelo es posible: una agricultura que cuida la tierra y a las personas, que apuesta por la comunidad, que transforma el territorio y que, con cada botella, recuerda que un futuro mejor se debe sembrar.

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