Cuando el termómetro sube, el vino pide otro ritmo. El verano no quiere taninos densos ni maderas pesadas, sino vinos que respiren luz, que refresquen, que se beban en buena compañía y que inviten a llenar copas sin mucho ceremonial. En las terrazas, en los festivales, en las calas de la Costa Brava o en las cenas en el jardín, hay una nueva generación de vinos catalanes que encajan perfectamente con este espíritu: frescos, vivos, alegres y con ganas de fiesta.
El verano es el momento ideal para dejarse sorprender. Probar un espumoso natural en una playa del Garraf, un rosado intenso al atardecer de una fiesta mayor o un blanco vibrante en una barbacoa entre amigos. Los vinos catalanes tienen mucho que decir cuando llega el calor, y cada vez más, hablan un lenguaje fresco, festivo y con ganas de hacernos sonreír.
Vinos blancos: ligereza y expresividad
Los blancos son los reyes del verano, y en Cataluña tenemos una paleta amplia para jugar con la variedad, el territorio y el estilo. Un ejemplo magnífico es el “Pardas Rupestris” (DO Penedès), un vino elaborado con xarel·lo, que muestra cómo la viña tradicional puede dar lugar a blancos de gran personalidad, ligeros pero con carácter. Tiene una fruta sutil y una acidez que lo hace ideal tanto para un aperitivo como para un buen arroz marinero.
Si lo que preferimos es una explosión aromática, el “Alta Alella PB” (Celler Alta Alella, DO Alella) es una entrada perfecta para descubrir blancos jóvenes con mucha frescura. Es fácil de beber, limpio, con fruta blanca y una acidez muy bien integrada.
Rosados: el retorno de la moda con identidad
El vino rosado ha dejado de ser una categoría menor. Ha vuelto para quedarse, y el verano es su escenario preferido. En Cataluña, hay muchas bodegas que han apostado por rosados con más profundidad y personalidad, lejos de la dulzura y superficialidad de algunos rosados comerciales.
Un buen ejemplo es el “L’Abrunet Rosat” del Celler Frisach (DO Terra Alta), un rosado elaborado con garnacha negra, blanca y gris que tiene cuerpo y alma. Es un vino con cuerpo medio, pero mantiene una frescura deliciosa. Ideal para platos veraniegos como ensaladas con queso de cabra, embutidos suaves o incluso pescados a la brasa.
También destaca el “La Rosa” de Can Sumoi (Conca del Riu Anoia), un vino rosado con una finura y elegancia brutales. Elaborado con sumoll y xarel.lo, es perfecto para una copa de tarde, un brindis al anochecer o una fiesta con música de fondo y zapatos fuera.

Espumosos: burbujas para celebrar al aire libre
Las burbujas son las grandes aliadas del verano. Refrescan, alegran y convierten cualquier momento en una celebración. Y en Cataluña, el momento que vive el mundo de los espumosos es apasionante.
Los espumosos del proyecto Corpinnat han ayudado a revalorizar el espumoso catalán de calidad. El “Llopart Rosé Brut Reserva”, por ejemplo, combina elegancia y gusto veraniego: con un coupage de monastrell, garnacha y pinot noir, ofrece fruta roja fresca, una burbuja fina y un final seco que lo hace muy versátil.
Si queremos algo más fresco, joven y de precio asequible, el “Mas Candí Brut Nature” de la bodega Mas Candí es una opción ideal. Elaborado con xarel·lo, macabeu, sumoll y parellada, con crianza corta, muestra una fruta limpia y una acidez viva. Perfecto para tomar al mediodía o para acompañar una fideuà a la orilla del mar.
Para los más atrevidos, hay también espumosos “ancestrales” (pet-nats) que conectan con un público joven y con ganas de descubrir. El “Ancestral Dues Ales” de la bodega Dues Ales (Berguedà) es ligero, cítrico e ideal para romper tópicos.
Tintos ligeros: cuando el vino tinto también refresca
Aunque a menudo los vinos tintos quedan fuera del radar veraniego, hay tintos catalanes pensados para disfrutarse ligeros, frescos e, incluso, un poco fríos. Huyendo de la madera y buscando la fruta, el “Opositor Noir” de Celler Les Acàcies (DO Pla de Bages) es un vino joven, de picapoll negro, muy vivo y con taninos suaves.
También hay que hablar del “Cara nord” y su Trepat (DO Conca de Barberà), elaborado únicamente con trepat, que ofrece fruta negra fresca y una textura amable. Si lo refrescamos ligeramente, puede ser una gran alternativa para cenas de verano con carnes a la brasa o platos vegetarianos contundentes.
Vinos con ganas de fiesta
El hilo conductor de estos vinos no es solo la frescura, sino también su espíritu lúdico. El verano invita a compartir, a catar, a abrir botellas sin excusas. Cada vez más, las bodegas catalanas -grandes y pequeñas- buscan esta conexión más directa con el bebedor: vinos menos pretenciosos pero igualmente honestos, elaborados con respeto hacia la viña y pensados para disfrutar sin complicaciones.
Hay vinos con etiqueta colorista, con nombres simpáticos, con coupages innovadores o con variedades antiguas recuperadas. Desde l’Empordà hasta el Priorat, pasando por el Pla de Bages o la Conca de Barberà, la creatividad se nota. Y esta vitalidad llega directa a la copa.