Conversar con la periodista Amaya Cervera es alimento y bálsamo. Enerva los sentidos con su conocimiento immesurable. Es una mujer de conversación plácida que encabalga ideas llenas de argumentos. Parla con entusiasmo de las historias que vertebra el vino, que es su especialidad. Es pozo de saber y ejemplo de discreción. Y reivindica el viejo periodismo.
Nacida a Guernika en la cuna de una cultura gastronómica muy potente, es inevitable que descubriera el vino ya de pequeña. “Cuando comíamos fuera con los padres, tomábamos vino y vino del bono. Recuerdo algunos Viña Ardanza y Paternina… Era la época del mercado fuerte de Rioja en el País Vasco”. Siguió la tradición de beber de joven con las amigas y de grande se vinculó de forma definitiva a través del oficio.
La Real Academia de Gastronomía Española (RAG) le ha concedido el Premio Nacional a la Mejor Comunicación Gastronómica 2023, resaltando que es “una grande divulgadora y conocedora de la cultura del vino, una profesional virtuosa de la comunicación y de sentir el vino en todas sus acepciones”. “Voy flipar cuando me lo dijeron, no me lo esperaba nada. Pero que el premio vaya al vino es muy importante porque a menudo queda escondido y estoy especialmente feliz por eso. Somos la parte líquida de la gastronomía y es cierto que tenemos ventajas e inconvenientes respecto de la cocina, pero es que el productor solo tiene una vendimia en el año mientras que un chef cocina muchos platos cada día. El vino por otro lado, tiene la capacidad de transcender, mientras que el plato es efímero”, compara.

«Es maravilloso ganarse la vida hablando de vinos»
Al acabar la carrera universitaria, empieza a ejercer de periodista a Madrid y enviará un currículum sin saber el destinatario al reconocido crítico de vinos José Peñín que entonces estaba preparando el libro
Participó también en la redacción de “Cepas del mundo” y se recuerda cerrada horas y horas en la biblioteca de Peñín “descubriendo las conexiones históricas y culturales del vino por todos los rincones del mundo; me parecían fascinantes”, matiza. De la mano del crítico de vinos, Amaya Cervera empieza a recorrer España y se enrosa de la riqueza y la diversidad de los entornos rurales. “La natura y la conexión emocional con el paisaje siempre me ha acompañado. También las personas… De mi oficio me gusta que un día quizás estás probando añadas viejas de Vega Sicilia y el día siguiente conversando con un viticultor de 70 años lleno de humildad… Y todo tiene intensidad y todo forma parte del mismo”, asegura la periodista vasca.
Para ella el vino es una ventana en el mundo, un entramado de personas, paisajes y culturas y de muchas disciplinas también: “Es un mundo complejo y extenso que te obliga a hacer un aprendizaje constante y no deja que te aburras nunca. Como periodista me fascina todo el que genera, desde la historia, a los elementos humanos, afectivos, emocionales. Y también la cata que siempre es costoso. Recuerdo momentos de pánico al inicio; me gustaba mucho pero pensaba que nunca sabría bastante para definirlo”.
Con Peñín aprende los cimientos, porque a los 90 la formación de sumiller no era en ningún caso tan efervescente como ahora. Después de colaborar en la redacción de diferentes libros, se integra a la empresa y trabaja tanto en la revista como participante al panel de cata de la mítica guía de vinos. “Aprendí a probar sobre la marcha. Un día que estábamos en Castilla La Mancha, José Peñín me dice que me deja suela. Y entonces tienes vértigo. El miedo principal era encontrar las palabras justas para describir cada botella. Pero al final te das cuenta que todo es cuestión de práctica. Recuerdo haber escrito que
Amaya Cervera no se está de describir el que le aporta su profesión, que es mucho. Es curiosa y le interesan los contornos del vino, huir del foco y del centro: “Me interesa mucho cómo es el pasado de cada región, conocer los elementos definitorios para entender los vinos que se hacen ahora, como han evolucionado a lo largo del tiempo, la gente que ha habitado un determinado territorio. Un vino bueno es una interpretación de una persona que vive un paisaje concreto. Con las mismas viñas y el mismo clima, se pueden hacer vinos muy diferentes”. Después de su etapa con José Peñín estrena una de nueva en un club de vinos para consumidores con cierto poder adquisitivo que crea constantemente alianzas con otras empresas, como Canal Cocina, Bankinter e incluso el ABC. Una etapa donde sembró y recoger y convivió con vinos de gama alta y profesionales admirados como el sumiller Custodio Zamarra del Restaurando Zalacaín. “Pasé de una guía como la Peñín que intentaba incluir muchos vinos en otra que era la selección de los mejores. Estuve más cerca de la abanica aunque trabajaba también los contenidos de una revista en línea que fue de las primeras a adentrarse en la abanica digital”, dirá.

Los inicios de lo Spanish Wine Lover
El 2014 emprende el proyecto más personal. “Si llego a saber el que implica, quizás no me pongo”, revela entre sonrisas. Crea
Por este motivo, SWL es una plataforma bilingüe que suma talentos, el suyo y el de la periodista Yolanda de Arri que domina no solo de vinos, sino también el inglés a nivel de publicación. La aventura no está siendo fácil a pesar de que es el medio especializado en vino que más reconocimientos ha obtenido en sus casi 10 años de camino. “Rentabilizar es complicado, tampoco hay grandes audiencias porque lo del vino atrae a un segmento específico. Pero a nivel de prescripción profesional y forofo, hemos despertado el interés y cuando hay prensa internacional, nos reconocen la existencia y el valor. Hemos estado serias respecto del que tenía que ser el web sobre todo por la vertiente inglesa. Hemos querido ser muy informativas sobre todo aquello que ocurre a España para la gente de aquí y la de fuera. Tenemos que ser capaces de explicar las cosas a fondo y esto requiere cierto nivel de profundidad sin resultar aburridas”.
El oficio afana en salir constantemente: “Nuestra formación es clara, somos periodistas. Somos un poco de la vieja escuela. Hagamos textos que sean fáciles de leer pero con información consistente. Se requiere un trabajo de campo muy grande porque si yo no lo entiendo, como lo tengo que explicar desprendido?”. Tiene claros cuáles son sus límites y el rigor para llegar: “Cuando vas a una audiencia genérica, tampoco puedes profundizar en el mensaje. Pero hay que interiorizar para explicarlo claramente, y esto es lo más difícil. Mi enfoque siempre es periodístico. Si no hay historia, no hay artículo. Hay muchas grandes historias al vino español, a veces sueño humanas, otros de una región, de un paisaje, de su transformación o evolución en un símbolo…”.
Amaya Cervera también escribe una o dos veces en el mes para el
Recuerda que después del Covid la agenda de acontecimientos se ha multiplicado pero su mirada va siempre más allá: “Es importante mantener una agenda paralela más allá de los actos y tener una visión lo más global posible del que está pasando en el país. Diría que me ha tocado vivir el momento más alucinante del vino español. Hay uno
Cataluña, súper dinámica y referente en ecológico
Amaya Cervera es un atlas abierto. Disecciona y enfoca con naturalidad la realidad enológica de España. Y se una observadora privilegiada de los movimientos que se acontecen en Cataluña: “La encuentro súper dinámica. Es una región referente en producción ecológica. Es muy interesante, por otro lado, el cambio que hay en el Penedès en relación al vino tranquilo. Era una zona con mucho de dominio de las variedades internacionales y ahora hay un retorno para recuperar las ancestrales. El xarel·lo ha obtenido el reconocimiento que buscaba. Hay muchos proyectos con mucha entidad y mucha gente que es muy apasionada y curiosa y que trabaja mucho y bien. Observo también dinamismo en la Terra Alta y en otras zonas pequeñas como Alella que están haciendo las cosas muy bien para diferenciarse”, resuelve.
Y se embala: “La historia del Priorat es la primera gran historia del vino moderno; es la resurrección de una tierra completamente olvidada, dura y difícil de trabajar. Pero el más importante son las personas que tuvieron la visión de hacer vinos caros. Esta es la ambición que nos falta. El sector no se atreve a poner ciertos precios al vino. si no lo haces, no va al mercado ni al consumidor adecuado, y el acercamiento al mercado es muy importante como también tener visión internacional”. Observa mucha energía en Cataluña pero le falta luz a Madrid: “Se ven poco los vinos catalanes a Madrid. Se vende más en el extranjero. Quizás sí que están presentes los Priorat pero ya parten de precios más elevados. Cuesta encontrar vinos catalanes más allá de los escumosos que están muy posicionados o de verlos en las tascas de vino especializadas donde hay pequeños productores”.
Falta gente hablando del vino español desde España
Con un medio digital entre manso, no hay aturador: “Hay que buscar el equilibrio entre viajar, los acontecimientos, el tiempo de escribir, que requiere mucha calma… A veces te das cuenta que vas corriendo detrás de la vida”, afirma. “Y después hay Internet, que es un monstruo. Se lo come todo y tienes que pactar hasta donde alimentarlo”. Reconoce que poner límites es difícil y que ella ha trabajado muchas, de horas, para un sector que hoy afronta también muchos retos: “El que hago, lo hacen pocas personas porque mujer mucha trabajo. Sé manejar información porque soy periodista pero detrás hay muchas horas y constancia”. Lo hace por militancia pero no solo con el oficio: “Falta gente hablando del vino español desde España. Tenemos la necesidad de estimarnos algo más y tener confianza en aquello que basura, en nuestros paisajes y nuestras variedades. Vivimos un momento de ebullición que es fantástico, pero es delicado por las crisis que arrastra el sector. Por un lado, hunden el precio de la uva y, por la otra, hacen perder mucho de patrimonio vinícola. “Si hay algo que aporte riqueza en las zonas rurales, es el vino, es el producto con más valor añadido”, reivindica.

Está inmensamente feliz con el premio de RAG; los colegas de profesión resaltan también el talento y el rigor. Entre los galardonados de este año, solo hay dos mujeres. Y dice a propósito: “Somos más discretas y no vayamos buscando tanto la visibilidad. Me gusta hacer el trabajo y también que me la reconozcan, pero el más importante es pisar viñas y probar vinos. El aprendizaje. Y también celebro el periodismo clásico. Yo no soy protagonista de nada, no tengo interés a mostrarme, seguramente esto tiene que ver con mi edad y mi filosofía de vida. Cada cual escoge la forma en la que quiere estar en el mundo profesional y si se hace bien, todas las elecciones pueden ser excelentes”.
Es elegante en el gesto y en las formas. También escoge las palabras. Son precisas y llenas de convicción. Abruman la profundidad y la franqueza de su relato, que nutren su periodismo del vino. Se sabe transmisora de ideas y de emociones. “El más importante siempre es la calidad del mensaje y el que tú aportas. Puedes hacer humor y ser brillante”, sentencia.