Nacida a París y criada en Suiza, Daphne Glorian tuvo la sensación que aterrizaba a la luna cuando a finales de los años 80 llegó a Priorat. «Me impresionó mucho, por eso me quedé. René Barbier y Álvaro Palacios insistían en el hecho que sería bonito hacer vino juntos a Gratallops, iniciar un proyecto de amigos. Al principio fue muy duro porque, entre otras cosas, no podíamos vender el vino en España, nadie lo quería, y tuvimos que salir fuera», recuerda. «Si tenemos una calidad compartida es la obstinación, por eso hemos aguantado. Hemos tenido problemas por el camino, pero nunca hemos abandonado», resume.
Vive conectada permanentemente en el Priorat. Pasa largas temporadas, pero el mundo, entre viajes y vínculos personales, también es su lugar. Clos i Terrasses (DOQ Priorat) es una bodega admirada y reconocida por todas partes; Clos Erasmus puede presumir de ser el único vino del estado español que ha obtenido cuatro veces 100 puntos Parker. No hace vinos pensando en la crítica especializada, pero abraza el elogio y lo saborea cuando llega: «Todavía me cuesta creerlo, pero el más importante, el que me ocupa, es mejorar el vino cada añada, descubrir más matices, sacar más esencia de los racimos. Busco complejidad y equilibrio», explica con un tono pausado y emotivo.
«El vino debe ser un reflejo de la viña, tiene que exprimir la complejidad del
«El Priorat es especial, tiene un paisaje mágico»
Tiene claro que hace vino en una de las regiones más singulares del mundo y con más posibilidades. «Sabíamos desde los inicios que Priorat era especial. Hemos ido asumiendo que hay algo mágico en este paisaje. Lo miras y ves las viñas viejas y te das cuenta de que nunca nada está asegurado, pero con nuestra experiencia colectiva, con la cata de muchos vinos, hemos ido aprendiendo y afinando», comenta. Es consciente – y lo subraya – que el sueño se ha hecho realidad porque ha sido colectivo: «Todos somos complementarios. René Barbier, por supuesto, nos cogió a todos de la mano y Álvaro Palacios tiene unas calidades de embajador únicas, que no tenemos los otros».
Hoy, como todos los viticultores, su sufrimiento máximo es el agua: «La sequía es un tema muy grave, muy serio. Necesitaríamos un mes entero de lluvia porque si no llueve en invierno y en la primavera, la próxima añada puede ser un desastre«, se lamenta. Vienen de un verano caluroso y muy seco en Gratallops, con registros de lluvia vergonzosos: «Me levanto cada día pensando qué pasará y como nos adaptaremos a esta nueva realidad. Vivimos situaciones extremas y ya no se pueden planificar ni las vacaciones porque donde se espera nieve no hay y dónde piensas que habrá sol, tampoco».

Estos días de enero es al Priorat haciendo las mezclas de la añada 2022 y calcula que saldrán al mercado unas 25.000 botellas entre Laurel y Clos Erasmus. «Hemos plantado viñas en los últimos años, pero no se ha traducido en más producción. Con el clima que tenemos, hay menos».
El camino de Clos i Terrasses está definido, pero continúa siendo un viaje sin fin: «Mi determinación es ir conociendo todavía más las viñas y nos esforzamos a seguir mejorando la calidad. Nunca nada está decidido. No nos podemos dormir. Cada vendimia es un empezar de nuevo».
Daphne Glorian es una mujer exigente, pero cultiva el arte de la paciencia. Es reflexiva y atenta, dialogante y discreta. Todavía se siente forastera en el Priorat, pero cree que es natural en un paisaje de montaña: «Es normal cuando los pueblos quedan aislados. También lo he visto en Suiza, donde me he criado», dirá sin darle más importancia. Ha establecido vínculos estrechos con muchas personas de la comarca y especialmente con la enóloga Ester Nin con quien trabaja: «Ya hace veinte años que estamos juntas. Es familia. No hemos ni de pensar porque sabemos qué queremos y hacia donde vayamos. Es generosa, es discreta, de hecho, compartimos carácter. Somos de las que nos escondemos cuando llega un vendedor a la bodega», dice sonriente. Comparten bondad y confianza: «En la bodega nos preocupamos los unos de los otros, nos gusta trabajar felices y todo esto se traslada al vino. Los 100 puntos Parker son de todos, han contribuido todos tanto como yo».

Poda de respeto en un Priorat exigente
A mediados de enero todavía no han empezado la poda. Pero es cuestión de días que empiece el trabajo más decisivo del año. Llegará después de registros tímidos de niebla y frío. «La poda la hace el equipo de viña. Es el momento más importante y no viene nadie de fuera a trabajar. Es una poda lenta. No tenemos que correr, nos paramos a cada planta. Se piensa, se mira y se corta. No solo definimos la próxima vendimia, sino que queremos garantizar la longevidad de cada planta», insiste.
En Clos i Terrasses practican una poda de respeto, en un Priorat exigente. En verano, el ritmo se acelera. «Planificar una vendimia es casi imposible. Es un tiempo de estrés, de tomar decisiones muy rápidas. Y el mejor momento de la vida es cuando entra la última uva, porque ya puedes decir que está a cubierto, salvado. Siempre hay aquella ansiedad que nos llegue una piedra cuando estás cosechando», resolverá. «Cuando llego al Priorat es como si las puertas se cerraran detrás de mí. Entro en otro mundo», identifica metafóricamente.
«Ahora en invierno no, porque se hace por la noche pronto, pero cuando hay más luz me gusta ir suela a andar por las viñas. Y muchas veces me siento y contemplo. Y tengo una sensación de eternidad. Hace dos mil años esto era igual, es permanente». Tiene una mirada poética pero también muy realista: «El más importante de hacer vino aquí no son los 100 puntos que pueda recibir un vino, sino haber devuelto la vida en una región que se estaba abandonando. Lo que me preocupa es que desde el año 2000 se continúa perdiendo población. Pero lo más maravilloso de todo es la conservación del paisaje, un suelo de millones de años con el cual no te puedes pelear, porque nunca lo ganarás. Sé que hay otras regiones difíciles y duras en el mundo, pero esta es única. La valoro más que la Borgoña, donde hay mis vinos preferidos, porque al final en la Borgoña ya sabes que el vino es excelente, pero aquí es más interesante por todo aquello que nos queda todavía para descubrir«.

Filosofa. Sigue soñando. Es curiosa y trabaja porque todo aquello que imagina sea real y tangible en el vino. La perfección la domina, pero sin tensiones ni estridencias. «Cuando estoy, voy al 200%. Reconozco que el Priorat es absorbente e incluso esquizofrénico, pero cuando no estoy también tengo un contacto constante y permanente».
La intensidad la contrarresta con una manera de tomarse las cosas de manera relajada. «El tema cuotas es terrible. Es muy complicado. Tienes que contar una a una las botellas, literalmente», dirá para ilustrar como reparte en añadas escasas su vino en el mundo. Clos Erasmus tiene una presencia muy poderosa a pesar de que son poco más de 3.000 botellas anuales. Viaja a toda Europa, Guatemala, Perú, Australia, los Estados Unidos… «Me gusta saber donde es y sobre todo descubrir la diferencia del vino. No es igual bebérselo en el Priorat que habiendo cruzado el ecuador. Es todo un descubrimiento. Yo diría que cuando travesa el Atlántico, suma tres meses de envejecimiento. Así que le va bien el hecho de viajar», confirma.
Se siente a gusto en el mundo, pero el placer de refugiarse en la sala de botas de la bodega, en Gratallops, también la fascina. Se alimenta de silencio, quietud y de no tenerse que relacionar con nadie. Le gusta leer, escuchar música, probar vinos de todo el mundo… «Lo más fascinante del vino es que nunca te los acabas y que todos son diferentes», comenta. El último que lo ha sorprendido es un chardonnay de Chile que la reconcilia con la idea que sí, que la pueden sorprender los vinos de una variedad plantada en todo el mundo y que tiene su meca en la Borgoña.
«Una vez un enólogo francés a quien yo respetaba mucho me dijo que podía intentar el que quisiera, pero que los vinos al final se asemejen a quién los hace. Marché a casa muy deprimida, pero ahora me he reconciliado con la idea porque es verdad. Se encuentra el carácter de una misma, al vino«.
Proteger el paisaje y aumentar el valor del vino
Y en los suyos existe un arraigo inequívoco a la abundancia del Priorat. Tiene un diálogo infinito y no esquiva ninguna pregunta. Mira el futuro con asertividad y responde con sensibilidad y delicadeza: «En el Priorat debemos seguir reforzando la imagen de calidad, porque todavía cuesta situarlo al mapa. Tenemos que seguir haciendo mejores vinos y aumentar el valor. Nos tenemos que esforzar mucho y muy todavía y proteger el paisaje y pensar que si no hay agua, pues quizás ya no tenemos que plantar más viña y debemos cuidar más el bosque y que esté sano. Se tienen que tomar muchas decisiones de ahora en adelante».