El gesto del viticultor se nutre desde hace 20 años de todas las texturas que le han vivido al paladar como sumiller y de todas las notas que le han escrito las manos como docente y formador. Enric Soler es un visionario que entra al mundo del vino para sumar talento enológico.
«Durante estos años, he escuchado atentamente a lo que la viña y los vinos me pedían. He seguido todas sus peticiones», advierte en el catálogo que lo presenta. El 2004 asume el reto de hacer vino a la viña vieja de los Taus, en Sabanell, tras la muerte del abuelo. Este será el origen de un viaje reflexivo y sensitivo por vinificar exclusivamente vinos blancos de guarda. Fija la mirada en el xarel·lo y la Malvasia de Sitges. Tiene bastante con dos variedades ancestrales del Penedès; la ambición es conocerlas a fondo. «El 2004 intuíamos que el xarel·lo tenía muchas posibilidades que no estaban bastante exploradas. No había prácticamente referencias». «En cuanto a la Malvasía también vimos que tenía aptitudes a pesar de que no era de gestión fácil a la viña. Decidimos hacer una vinificación totalmente diferente».
Divulgador y profesor de familia hostalera
De familia dedicada a la hostelería, durante 14 años ejerce de profesor de cata. Se forma como sumiller al ESHOB. Será divulgador, impartirá cursos de iniciación y monográficos que lo conectarán con enólogos y sumilleres que hoy son vanguardia y referencia internacional. Lo empujan a iniciarse a hacer vino amigos elaboradores del Priorat. Cuando admirar quiere decir empujar. Y desde los inicios todos los esfuerzos estarán centrados a la viña y en la selección cuidadosa de barricas.
«Decidí no sacar nada al mercado hasta no tener la segunda añada. Y el 2006 fue revolucionario, las sensaciones del vino estaban bajo mi criterio a la altura de los grandes vinos franceses. Recibimos 93 puntos Parker. Tuve claro que tenía que iniciar un proyecto que generara valor y parte del valor también es el precio», explica para justificar una necesidad: vestir la pirámide de calidad del vino catalán.
Es un domingo asoleado de comienzos de diciembre. Se anima a andar viñas empezando por Espenyalluchs que definió desde cero en 2011. Después, vendrán la viña madre y sentimental de Los Taus, sobre el antiguo aeródromo de la Guerra Civil Española, la Sisqueta, la Jerònia y la de «detrás de casa». Enric Soler tiene hoy 3 hectáreas en producción. La cuarta se plantará el próximo año. No aspira a grandes volúmenes -actualmente elabora anualmente 10.000 botellas– sino a definiciones precisas de la variedad para lograr «vinos blancos, vibrantes, aromáticamente limpios, complejos y con el volumen y la persistencia para asegurar su longitud». «Cada añada ha ayudado a desarrollar una profunda capacidad de reflexión», advierte. Es un hombre sereno, metódico y exigente. Con un diálogo interno y una relación íntima con la planta, admirables.

«Plantar cipreses es humanizar los lugares»
La sequía ha sido un quebradero de cabeza y un sufrimiento muy grande en las últimas tres añadas. Han tenido que redundar en los preceptos ecológicos y biodinámicos atendiendo la necesidad de cada planta y de cada finca. «Sembramos con entonces diferentes. Aportamos materia orgánica a los suelos, queremos generar humus que permita retener humedad a tierra. Ante la falta de agua, hay que pensar qué podemos hacer para aportar nutrientes», comenta. «Plantar cipreses es humanizar los lugares«, sentencia Enric Soler, por eso a Espenyalluchs dan la bienvenida. No evocan el luto, sino el dominio de la vida. Todavía no una hectárea de xarel·lo (de selección masal de la viña de los Taus) en un cerro rodeado de parelladas a 400 metros de altitud en su punto más alto.
«Fue un gran desafío, plantar en un lugar muy singular fuera de un contexto de presión urbanística«. Preservar paisaje, en definitiva. 3.700 plantas vas sobre suelos arcillosos y pedregosos, respetando las curvas de nivel, evitando desestructurar el terreno. «Es voluntad, es ilusión, son ganas de hacer las cosas diferentes. También de aceptar los errores, de pensar mucho en el vino, de ser incluso obsesivo», asevera. Y añade: «Antes de dar un paso adelante, siempre me pregunto si aportará algo al panorama del vino».

La viña de los Taus es la que da sentido al proyecto, con su clon original se han vestido las nuevas plantaciones. Es junto a la masía familiar Cal Raspallet; adjunto hay la bodega. El 2024 entrarán la vendimia en un edificio nuevo, justo delante de la masía. Tendrán más margen para vinificar artesanalmente y transitar entre botas, bocoyes y huevos de cemento. Junto a los Taus, está la Jerònia, la última sumada al proyecto, sobre injertada de xarel·lo de los Taus. La Sisqueta es vecina y es el coro de
«La clave es escuchar el vino»
«Los vinos fermentan espontáneamente en recipientes de madera o cemento, con levaduras indígenas y sin ninguna corrección de mostos. Se los deja estabilizar solos y no se clarifican«, resume Enric Soler. «La clave es escuchar el vino. Nos gusta decir que pasa más tiempo a la bodega que a la viña, por eso le damos calma y reposo», comenta. «Con 20 vendimias a las espaldas empiezas a afinar. De todas maneras, todavía estamos observando, a diferencia de una región como la Borgoña que ya ha encontrado la receta». Se enmiralla constantemente con acierto. Hay voluntad de pervivir a través del vino. Viticultor, docente y sumiller tienen mucho que decir. Se expresan con sinceridad. Enric Soler se muestra con franqueza, sin dobladillos. Es franco. Espejo de sus vinos. El camino está trazado y el abrazo más grande viene del mercado extranjero y del alta restauración. Admiran los cuatro vinos icónicos y sinceros que nacen a Sabanell. Una aventura placiente que comparte con Mercè Garcia Castellví.
Probamos la añada 2022.
En Espenyalluchs hay pureza, estilismo, seducción. Es un vino franco, que acumula la sabiduría del clon injertado de la viña vieja. «Es un xarel·lo meditativo. Fermenta y reposa en las botas de más edad de la bodega, de 300 litros», matiza.
Son vinos de corte clásico, que no atienen modas, sino a verdad y a convencimiento. Son una oda a la variedad, a la finca y a la añada. Enric Soler está seguro de su viaje, pero le gustaría que al estilo y al rigor enológico se hubieran sumado más elaboradores de los que hay actualmente, en estos 20 años de camino. A Sabanell hay una bodega de escala humana que hace grandes los vinos. Los sirven con humildad y orgullo. Cada vendimia se aprehenden y se retan para seguir educando, complaciendo y germinando desde un lugar que se llama élite.



