«No pasaba nada en el año 1988 en el Priorat, solo podías ir a visitar Bodega Cecilio y Cal Pla. Recuerdo que compramos La Carrerada un año antes de abrirla, después de una cena con miembros de Unió de Pagesos que explicaban cómo incrementar las rentas familiares con el turismo».
Gemma Peyri es una mujer emprendedora, creativa y entusiasta que ha estado durante muchos años al frente del primer alojamiento de turismo rural que se abrió en el Priorat, en Porrera. La Carrerada, que hoy continúa la actividad, pero en otras manos y con otro nombre, fue pionera en las comarcas de Tarragona. Apunta Peyri: «Entonces solo había media docena de casas de turismo rural y la mayoría eran masías, situadas en la Plana de Vic; el turismo era una manera de mantenerlas, de sostener el patrimonio, y seguían el modelo que ya estaba implementándose en Francia».
Hoy esta mujer poderosa e incansable está jubilada, pero no ha abandonado la delicadeza, el gusto y el atrevimiento en los fogones de Mas Ardèvol, el segundo proyecto de turismo rural que abrió en Porrera en 2000. «Los primeros visitantes no eran enoturistas, eran usuarios de turismo rural y muchos de países extranjeros. Y no decíamos tampoco alojamiento rural, sino residencia-casa de campesino», comentará. Hasta el año 94, la oferta no aumentó en el Priorat y un año después se creó la primera asociación de turismo rural que después se convirtió en Priorat Enoturisme.

Con el auge del vino, el Priorat suma nuevos establecimientos
«En todo este tiempo hemos visto de todo. Gente que venía al Priorat a desconectar para ir un día a Port Aventura, por ejemplo. Cuando empieza el auge del vino, se van sumando establecimientos y también cambia el perfil de los visitantes», añade Peyri. La Carrerada, en medio de Porrera, no solo tiene el mérito de haber abierto camino en una tierra austera e indómita pero siempre hospitalaria, sino también de haberse llevado premios valiosos como el de decoración que convocaba la revista Casa Viva o el de Promoción Turística de la Generalitat de Cataluña.
«De pequeña siempre teníamos gente acogida en casa. Las puertas estaban abiertas y se hacían comidas. El padre me decía que parecía mi padrino con la diferencia que yo lo hacía rentable y él no. Mi padrino era descendente de La Final que ahora es un edificio propiedad de Vall Llach. Había hecho la mili en Figueres e iba a clases de dibujo. Siempre lo recuerdo con la mesa parada y comiendo, con amigos, cazadores y vecinos de Barcelona. Quizás todo lo mío me viene de allá», reconoce Peyri.
No solo se ha dedicado a emprender, al turismo rural y a mirar por el bien de la comarca, también «estuve bastantes años cuidando a los niños – los hijos -, haciendo pintura decorativa con un primo mío y regentando El Xiringuito en Porrera con las amigas donde servíamos comidas del mundo ya en 90. Pasamos muy buenos momentos. No habíamos reído nunca tanto», suspira entre recuerdos agridulces. Más recientemente también ha impulsado una marca de cosmética natural y es una activista y gastrónoma feliz que adoctrina a través de la cocina: “Con la María de La Figuera y la Victoria de la Vilella Baixa, hacemos talleres de divulgación de la cocina del Priorat y los ofrecemos a turistas a través de Siurana Tours. Ya voces”, espetará.

«Al Priorat le falta gente implicada y recuperar los oficios»
“Con el turismo ha pasado el mismo que con la política. En los 70 le veías luz al fondo, pero ahora no deslumbras ninguno. Hay que hacer pasos atrás para volver a dar valor en el territorio. Tenemos que recuperar lo que conseguimos. Ahora se ha desgarbado todo. Hay mucho turismo rural que ha querido igualarse en el hotel y ha perdido la perspectiva”, resolverá. Es crítica con conocimiento de causa. «Hay gente que ha tenido casas de turismo rural y las ha querido arreglar mucho pero con servicios hoteleros como la apertura de un
Reivindica los conceptos auténtico, sencillo y artesano a mesa y advierte que “el kilómetro cero, el producto de proximidad y la ecología están prostituidos”. “Quiero estar en la cocina haciendo pasteles y no ver como algunos establecimientos y turistas comparten gofres y cruasanes de bolsa mientras hablan de producto de proximidad”, se lamenta.
“A Priorat le falta gente implicada. Hay una parte de individualismo y sufrimos por el futuro de la payesía. Los más jóvenes ya se van hacia los 40 y el censo baja. Es preocupante y no solo por el vino, que también. Pienso que quizás lo hemos focalizado todo excesivamente cabe este sector de actividad, pero hay que diversificar la economía como se hacía antiguamente. Nos faltan oficios. En la Porrera de los años sesenta había 50 negocios diferentes, desde el panadero, al tendero, al bastero…”, enumera en voz alta. Gemma Peyri piensa que tan importante como el vino en el Priorat hay el sector del aceite de oliva virgen extra, «porque es la base de nuestra cocina y no le damos el valor que tiene».
Es una voz autorizada para hablar de todo el que ocurre en un territorio que habita y defiende a ultranza. Y se lo estima: “Hay momentos en que el Priorat me preocupa. Ahora estamos trabajando con diferentes entidades para crear un Plan Estratégico de Turismo Sostenible que implica convertir la comarca en un destino turístico y disponer de una oferta complementaria y diversificada que hoy no tenemos todavía”.
“Tenemos que entender el privilegio y el lujo que significa vivir en el Priorat, desde el paisaje prácticamente intacto a la calidad de vida. Es una región que han salido adelante los pequeños. Tenemos que velar para mantener la esencia del territorio y no se tendría que permitir de ninguna forma este desmadre que hay en temas turísticos, que tampoco aporta nada a las bodegas porque atrae un tipo de público que no hace gasto ni consume vino. Lo tenemos todo, pero lo tenemos que saber conservar y proteger. Este es el mensaje”, sentenciará.
Y esto mientras la sequía, un año más, hace estragos en una comarca con un río Siurana que agoniza. En Mas Ardèvol han perdido el huerto y la piscina de agua natural está vacía; los días se llenan de obstinación para perforar y encontrar agua… “Pero esto es ahora y suponemos que no será por siempre jamás porque de episodios de sequía hemos vivido durante periodos largos años atrás”, suspira Peyri. Ella también es de ver el vaso medio lleno, pero no duda a levantar la voz los días que lo observa medio vacío.