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Los aranceles estadounidenses ponen a prueba el prestigio de los vinos catalanes

Las amenazas de un posible aumento de los aranceles a los vinos europeos que entren a Estados Unidos tienen al sector vitivinícola catalán inquieto. Aunque las palabras del presidente estadounidense, Donald Trump, aún son papel mojado, la posibilidad de hacerse realidad mantiene a productores y distribuidores en alerta. Son muchas las teorías que pasan por la cabeza de aquellos que se verían afectados por estas nuevas imposiciones, pero todas acaban en un mismo punto: la preocupación por la continuidad de las exportaciones de vinos y espumosos al norte de América. Mientras algunas Denominaciones de Origen, expertos y analistas piden prudencia antes de empezar a lamentarse por una política arancelaria que aún no se ha cumplido, otros confabulan cómo esta noticia podría convertirse en una ligera oportunidad para otros. Con un aumento impositivo, los vinos españoles podrían convertirse en el vino extranjero más asequible para los norteamericanos, lo que provocaría que el consumidor migrara de los precios desorbitados del champán hacia cosas más económicas. Un posible cuento de hadas con una parte oscura, ya que aquellos que se beneficiarían más del posible cambio de conducta serían los productores de vino al por mayor, es decir, que priman la cantidad sobre la calidad. Una situación que devolvería a los elaboradores a la casilla de salida después de años de lucha por demostrar la calidad del sector vitivinícola español.

«Es una posibilidad remota, pero queda claro que los pequeños productores no serían los que saldrían beneficiados», explica a Vadevi, Jordi Portillo, director general y fundador de la empresa distribuidora de vinos españoles por todo el mundo, Big5. Para él, la teoría de una posible migración de consumidores hacia el vino catalán es difícil de predecir, pero no imposible. Sin embargo, el experto está convencido de que no todo el sector vitivinícola español podría beneficiarse de esta oportunidad, sino que reconoce que probablemente un puñado de grandes empresas serían las que sacarían provecho. La misma opinión comparte Jordi Bort, director general de Llopart, quien asegura que “ve la oportunidad de fidelizar más el mercado americano” si se aplican los aranceles. Si bien es cierto que no es una idea descabellada tampoco hay ninguna certeza de que funcionara, de hecho, fuentes de Prodeca han afirmado a este diario que “no comentarán ninguna afirmación hasta que los aranceles no sean una realidad”.

En el hipotético caso de que los aranceles llegaran a máximos históricos, los vinos europeos sufrirían grandes aumentos de precio. Tanto sería así que algunos quedarían fuera del alcance de los consumidores norteamericanos. Siguiendo la teoría presentada, estos se verían obligados o bien a pagar más por productos que les gustan o a migrar a otros tipos de elaborados, probablemente de otros países. «Aquí es donde España en conjunto podría ganar seguidores«, recuerda Portillo, aunque añade que «la fórmula no haría ningún favor a los pequeños elaboradores». A diferencia del distribuidor, Bort confirma que los americanos que conocen el producto catalán saben su calidad y, aunque “los grandes elaboradores siempre tendrán parte del mercado que busca volumen, los pequeños también tendrán una oportunidad”, argumenta el director general de Llopart. Sin embargo, pone de ejemplo la compañía que dirige y reconoce que hace dos décadas que Llopart trabaja acercándose a Estados Unidos: “Siempre habrá bolsillos que no podrán pagarlo, pero, aun así, queremos llegar al consumidor que sí puede permitírselo”, incluye Bort.

«Si los consumidores americanos acabaran eligiendo los vinos españoles o incluso los catalanes por encima de los franceses o los italianos lo harían porque los consideran baratos», especifica Portillo, quien añade que «no es una buena noticia para la lucha por la calidad». Lo cierto es que en este caso, el aumento de precio no estaría relacionado con la buena calidad de los vinos y, por lo tanto, se exigiría una opción económica. En otras palabras, el consumidor querría un vino asequible, una franja que los franceses y los italianos ya no cubrirían y, en consecuencia, se quedarían los españoles. «Y de la gama de baratos, aún cogerían los más económicos», confirma el experto. Desbancar los productos franceses, por otro lado, no es una cuestión sencilla. En muchos casos, fuentes del sector afirman a este diario que «hay países mucho mejor posicionados en Estados Unidos que Cataluña«. De esta manera, si los precios subieran para todos los productos vitivinícolas europeos, aquellos aficionados al champán francés, por ejemplo, continuarían estando dispuestos a pagarlo. Mientras tanto, los vinos catalanes quedarían relegados a aquellos consumidores que no tienen una preferencia y, por lo tanto, serían la opción fácil. Sin embargo, Portillo rompe una lanza a favor del sector y recuerda que «una vez los aranceles volvieran a su lugar, puede que algunos consumidores habrían comprobado la calidad de nuestros vinos y se quedarían”.

Donald Trump, presidente de los Estados Unidos
Donald Trump, presidente de los Estados Unidos

La desvinculación fallida del vino catalán y español

Las teorías conspirativas sobre las diferentes realidades que viviría el sector vitivinícola con la imposición de los aranceles son interminables. No obstante, hay algunas cuestiones objetivas que hacen pensar que los vinos catalanes no podrían salir bien parados. Si bien es cierto que se ha hecho mucha promoción de estos elaborados, los extranjeros aún no saben distinguir los vinos catalanes de los españoles. “La percepción de nuestro sector es algo que cuesta mucho”, concreta Bort, quien asume que aún se necesita “muchas más acciones de comunicación y conocimiento” de la viticultura. A pesar de la rica tradición vitivinícola de Cataluña, el vino catalán aún tiene mucho camino por recorrer en términos de reconocimiento y posicionamiento en el mercado global. 

En muchos casos, aún hay una percepción equivocada de que el vino de Cataluña es un producto de segunda, considerando la región más como una productora de vinos masivos y menos refinados en comparación con otras zonas vinícolas de renombre, como Bordeaux o la Toscana. No obstante, las últimas décadas han sido clave para transformar esta percepción. Las DO (Denominaciones de Origen) como Priorat, Penedès o Empordà están trabajando para redefinir sus vinos, destacando las variedades autóctonas y las técnicas de vinificación innovadoras. Pero este proceso no es rápido, ya que se requiere una profunda educación del consumidor y un cambio de mentalidad a escala mundial, que no se está logrando. Cataluña debe continuar luchando por destacar sus viñas de calidad, superando los prejuicios y estableciéndose como una región vinícola de primer nivel, aunque la tarea aún está lejos de estar terminada.

Un producto que siempre será barato

Los consumidores norteamericanos, a pesar de ser amantes del vino y tener una gran afición por las nuevas tendencias vinícolas, continúan viendo el vino español como un producto económico, a menudo asociado a una calidad inferior en comparación con otras regiones vinícolas reconocidas como Francia o Italia. Esta percepción arraigada hace que muchos compradores al otro lado del Atlántico no estén dispuestos a pagar precios altos por el vino español, incluso cuando se trata de vinos de alta gama o de productos elaborados con técnicas de calidad superior. La tendencia, por errónea que sea, también ha migrado a los vinos catalanes, que aunque tienen mejor posicionamiento, aún son percibidos de gama baja: “Las franjas de precios han hecho mucho daño”, lamenta Bort. Para muchos consumidores norteamericanos, la idea de que un vino español pueda competir con los más prestigiosos del mercado internacional choca con la imagen que tienen del vino como un producto barato y accesible. Esta percepción no solo se basa en la historia de una producción de masas que predominó en España, sino también en una falta de conocimiento profundo de las Denominaciones de Origen (DO) españolas que elaboran vinos de altísima calidad.

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