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Berna Rios: «Creamos vínculos sensitivos entre vino, patrimonio y paisaje»

“Pensamos que alimentarse es una acción política de defensa del territorio. El ejercicio en defensa del comercio local tendría que ser propio de cualquiera de nosotros desde la escuela; lo mismo que alimentarse bien y a conciencia”. Es un fragmento del manifiesto de la asociación Santa Teca, obstinada desde hace más de 10 años a promover la sostenibilidad del Camp de Tarragona a través del gesto cultural y del valor gastronómico y vitivinícola.

Su impulsor es Berna Rios. Reconoce que desde pequeño, en casa, el porrón o la botella de vino siempre han presidido la mesa, del mismo modo que el pan o el agua. Estudió el curso de sumiller en la Universitat Rovira i Virgili y se inició profesionalmente en el sector organizando catas de cocina y de vino en Gingko Biloba, en Tarragona, un espacio que después se convirtió en restaurante. Fue impulsor del Slow Food Tàrraco y durante 4 años regentó el Almosta, el primer restaurando de vinos naturales de Tarragona.

Foto: Santa Teca

¿Cómo fue la aventura enológica?

La carta de vinos estaba escrita en los armarios del restaurante y las botellas de vino estaban todas a la vista. Además del bar Cortijo, que es un santuario del buen vino y del buen beber, éramos el único restaurante de vinos naturales a Tarragona. Y no es para ponerme medallas, pero teníamos un componente pedagógico muy importante, no solo con el vino, también con el resto de productos que cocinábamos. Éramos altavoz de microproductores; los queríamos dar a conocer al consumidor final. Nos dificultaba el trabajo el hecho de tener que ir a buscarlos, hablar con ellos, conocerlos, pero era un viaje que nos permitía aprender y en la hora de servir el producto, podíamos explicar al cliente la realidad del productor. El comensal lo aceptaba maravillosamente bien. Abríamos a copas cualquier vino y los dejábamos probar antes de servir.

La Almosta coincidió con los primeros años de Santa Teca. ¿Con qué filosofía empezó la asociación?

Íbamos de la mano, entre otras cosas, porque yo estaba delante y compartíamos filosofía. La idea ha sido siempre defender el producto artesano y hacer de altavoz. La asociación promulga la gastronomía sostenible, ecológica y de proximidad y la liga con eventos culturales donde los restauradores y productores de vino y cerveza artesana tienen protagonismo. La idea final de Santa Teca era crear una red de distribuidores y productores que tomaran sus propias decisiones, una plataforma de difusión desde donde defender alimentos y territorio. De momento, no lo hemos conseguido todavía.

Santa Teca enlaza el producto artesano con la acción cultural. Hoy este tipo de vínculos es más común observarlos.

Empezamos en 2010 y entonces remábamos solos. Pero es cierto que ha proliferado la difusión cultural y sintamos en cierto modo que nos diluyamos. Como hay más propuestas, es más difícil llamar la atención para que la gente participe de las actividades y porque a menudo encuentra las mismas caras y productos. Creo que estamos saturados de oferta, pero no estamos al final del túnel, sino que hay que cambiar el modelo de transmisión de la oferta. Hace unos años no había una sección ecológica en los supermercados y ahora sí. Comer sano y bueno es positivo para la salud y lo empezamos a entender y por eso la oferta crece y se extiende. Y con el vino pasa lo mismo, está más que demostrado que un vino elaborado sin demasiada intervención ni ningún aditivo, cae mucho mejor.

¿Cómo debe armonizarse el vino con la cultura?

No nos gusta que la gente venga a las actividades de Santa Teca, ya esté en el Castell Monasteri de Escornalbou o a la Nou del Gaià, a hacerse fotos. No se trata de demostrar que has venido, sino que has vivido la sensación. Que un poeta como Josep Pedrals recite un No probarás quieto con Ficaria Vins es una experiencia mil veces mejor que si lo hace solo. Creemos que el camino es crear vínculos sensitivos, poniendo en valor el patrimonio arquitectónico y el paisaje. Conducimos el visitante a descubrir propuestas culturales y gastronómicas nuevas. El abanico que ofrecemos es amplio, pero siempre está inscrito dentro del concepto artesano. Proponemos maridajes poéticos, teatrales y musicales y siempre que el productor está al lado, la experiencia se magnifica.

¿Qué propuestas tiene en marcha Santa Teca y como evolucionarán en los próximos años?

Llevamos tres ediciones de Cantaperdius en La Nou de Gaià; son propuestas al atardecer con música y gastronomía de pequeño formato y los vinos de la Bodega 9+. En Escornalbou seguiremos organizando Santa Teca; es un lugar ideal para hacer una muestra de productores e inquietudes culturales con muchos rincones y opciones para hacer talleres y actividades para todos los públicos. También a La Nou hemos celebrado la tercera edición de la fiesta del Cartusià para recuperar esta variedad de uva ancestral del Camp de Tarragona; hemos sumado los vinos brisados y ancestrales para ofrecer un abanico más amplio al consumidor y demostrar el potencial del sur. Y a finales de septiembre haremos Fermenta! en Montferri, una feria de fermentados donde el vino, el queso y el pan tendrán protagonismo junto al kimchi, el kombutxa, el kéfir, el xucrut y otros productos que están de moda porque son buenos por la digestión y mil motivos más. El vino tiene un papel central con productores de la zona, en otras ediciones nos han acompañado haciendo talleres Vives Ambrós y Bodega Tuets.

Una de las actividades de este 2023 en Santa Teca | Foto: Santa Teca

Y la temporada acaba con la Embutada, que es mucho más que la feria del vino novel de Tarragona.

Hemos recuperado un hecho histórico, solo quedaba la memoria oral. Estamos haciendo inventario de las bodegas de la Parte Alta de Tarragona. El primer año del Embutada identificamos 9 y ahora ya tenemos 44. Hace 50 años Tarragona era todo pleno de viñas, un paisaje del cual hoy no queda rastro. Además del inventario, también pedimos colaboración en el Ayuntamiento y en la Generalitat para señalizar las bodegas y mantener los ganchos donde colgaba la rama de pino por el vino novel. Queremos que se declaren bien cultural de interés local. estamos trabajando con especialistas en arqueología y arquitectura. La fiesta del vino novel hace hincapié también en los oficios perdidos, porque antes había no solo los elaboradores de vino, también los boters, los hojalateros y los cistellaires… Al Embutada los hacemos visibles y apostamos por su recuperación.

En definitiva, se rescata del olvido el patrimonio inmaterial. Qué futuro imagináis por Santa Teca?

Nos damos cuenta que los actos más pequeños y de más pequeño formato funcionan mejor. No nos han interesado nunca los multitudinarios, pero ahora soñamos en actividades sin equipos de sonido ni micrófonos: cantar, hablar o recitar sin altavoces. De hecho, en el manifiesto de Santa Teca ya hacemos referencia, creemos que ‘las acciones personales, por pequeñas que sean, benefician el aprendizaje individual y el desarrollo social del entorno’. Y en esto estamos, que el público abrace nuestra propuesta, nuestra misión es crear una red de consumidores finales con esta filosofía de vida, que haga un consumo responsable en beneficio de los productores y de la cultura y de los oficios del borde. Esto nos beneficia a todos. 

Queda claro, por otro lado, que la cultura puede habitar sin complejas el mundo rural. 

Si todo pasa en las ciudades, hay despoblamiento. Hay un efecto grita cuando el pueblo se nutre de vida cultural. Descubres gente que vive, que es interesant, que hay latido y proyectos intelectuales, pero que se abordan con más tranquilidad y calma. Es importante que la cultura arraigue, al entorno rural. Hemos trabajado por una oferta renovada, fuera del habitual que son las fiestas mayores o votivas. Hay un enriquecimiento por las dos bandas, para el local y el visitante, con propuestas artísticas que salen de aquello convencional. Faltaba más presencia cultural al entorno rural y ahora estamos combatiendo esta sed, que es a todos los lugares. Que Enric Casasses nos dijera después del brindis al sol que la fiesta del Cartusià en La Nou de Gaià era un oasis, tiene mucho de valor. 

Y esto de hacer vino, que sabemos que te has animado a cultivar viñas, como va?

Empecé el 2022 y la primera vez que lo saqué de la tina me caían las lágrimas. Poder probar algo que has cuidado y en la que has creído toda la vida y conseguirlo, es bestial. Es una especie de orgullo muy grande cada vez que compartes alguna copa.  He hecho el proceso prácticamente solo, el de cosechar, pisar, brisar, filtrar, embotellar… Mi vino es una cupada de cartujano y muscat sin ningún aditivo ni siquiera azufre. El 2022 fue un año bueno, este año ya se verá… También he plantado carinyena para hacer un ancestral. Tengo bonos amigos vinateros que me aconsejan y hacer camino con ellos es mucho más fácil. 

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