Estamos en plena cosecha y los comentarios al respeto, sin duda muy generales, coinciden todos o casi todos en el hecho que esta será inferior o muy inferior en producción a lo que se considera
Todo esto, desgraciadamente, se conoce, se explica y se difunde desde hace años, cuando se repetía sin parar, a pesar de los comentarios asépticos e incluso contrarios recibos desde los sectores privados y públicos, que el cambio climático se desarrollaba en Cataluña y como afectaba y afectaría la agricultura en general y a la viticultura en particular.

Un 20% menos de agua a mediados del XXI
La prueba definitiva, contundente, fue la publicación en 2020 del informe del cambio climático en el Mediterráneo, creado por más de 150 científicos y científicas de todo el mundo, el cual decía de una manera objetivamente irrefutable que a mediados del siglo XXI habrá un 20% menos de agua, las temperaturas serán más extremas, especialmente la alta, y en consecuencia, la producción primaria, que incluye la agrícola, se reducirá en un valor mediano alrededor del 17%.
No eran datos nuevos, era un compendio de información y posterior valoración de muchos datos diversos, algunos generados en el mismo país, como los del proyecto Life MEDACC desarrollado en tres cuencas hidrográficas de Cataluña, en que ya se avisaba de la sequía en el pantano de Rialp, en las cuencas del Ter y la Muga, sus consecuencias también en el sector agrícola, así como potenciales soluciones en el ámbito de cuenca (reducción de la masa forestal, generación de paisajes diversos y variables…) o de parcela (optimización del riego, trabajo en suelo, material vegetal…).
Para poder desarrollar los objetivos del proyecto
Con estos datos se hicieron proyecciones por diferentes modelos energéticos propuestos por el IPCC, hasta finales de siglo, para conocer los diferentes componentes del clima futuro y sus efectos en la fenología, necesidades hídricas, agronomía, producción. Entonces todos estos cálculos y proyecciones servían para usar modelos, intermediando herramientas informáticas bastante potentes y fiables que permitían obtener resultados previstos en las hipótesis de trabajo diseñadas al inicio del proyecto, asumiendo la máxima de que “los resultados nunca mejoran el muestreo”.
Actualmente, no sé si es verano o porque hablar de potenciales futuros es más sencillo y menos comprometido que hablar de la realidad y la cotidianidad, día sí, día también, nos hablan de la inteligencia artificial, que según los expertos «son sistemas informáticos complejos, que buscan imitar la capacidad intelectual humana, para desarrollar procesamientos de datos intrincados, y así ganar tiempos y eficiencia respecto de los estándares funcionales sin informática».

La inteligencia artificial y los retos actuales y de futuro
Ahora todo son algoritmos, maquinaria, sensorica, digitalización,
La inteligencia artificial es y será importante, siempre que
Quizás fuera interesante recordar y considerar la máxima de la universidad de Salamanca sobre que «la enseñanza no da aquello que la naturaleza no otorga».
La IA en el sector del vino
En este punto, hay un gran interés para incorporar la inteligencia artificial en el sector del vino, y así desarrollar una extensa batería de estrategias de adaptación y mitigación al cambio climático, y en consecuencia generar un sector nuevo y resiliente al mismo. Nuevo, porque la actual muestra demasiado claramente sus limitaciones productivas, ambientales, y comerciales por los consumidores del siglo XXI. Y resiliente porque en un mundo global, las crisis ambientales y de mercado, se irán repitiendo con más o menos frecuencia e intensidad, y, por tanto, ser y estar, quiere y querrá decir resistir activa, positivamente y prepositivamente.
Hace falta oficio
Aun así, en este contexto de ideas y conceptos, que sin duda llevarán al sector del vino a una nueva y positiva realidad funcional, debemos no olvidar a las campesinas y campesinos, seguramente desproveídos del tipismo y ruralismo con el que se los quieres describir y mostrar el oficio y la defensa de la identidad expresada como territorio.
En el mundo de la vitivinicultura, donde cada parcela es un potencial y diferencial vino, hace falta más que trabajo, información, automatismos, conexiones…, saber qué hacer, donde, cuando, por qué, como, con quién…, y hacerlo. Es decir, hace falta oficio, que sin duda se tiene que adaptar a la realidad y necesidades del siglo XXI mediante formación continuada en red.
En este sector donde cada
No hay que inventar nada, hay que aprovechar lo que se tiene y mejorarlo, adaptarlo a la realidad, y es importante hacerlo desde el conocimiento, la sobriedad y el sentido común, cosa que se puede hacer de la mano de la inteligencia artificial, pero siempre acompañando a quien tienen el oficio de cultivar la viña, que posiblemente no es mediático, pero sí efectivo y humano, grandes conceptos en este mundo complejo y complicado.