Las variedades autóctonas catalanas, perdidas hace tiempo en el afán de internacionalización del territorio, regresan triunfantes debido a la búsqueda de identidad de los vitivinicultores. La replantación de viñedos procedentes de Cataluña hace tiempo que se ha convertido en el mantra de bodegas y denominaciones de origen y sin duda ha resultado ser un éxito. El ejemplo más actual es la DO Empordà que ha presentado con orgullo las primeras botellas de Carinyena Roja, la última variedad que completa la trilogía autóctona de los empordaneses. De la mano de Josep Roca, del Celler de Can Roca, los participantes han viajado por los tres tipos de la variedad, completando así una tríada soñada.
“Estamos orgullosos de presentar los primeros vinos de Carinyena Roja”, ha reconocido Carme Casabuerta, presidenta del Consejo Regulador de la DO Empordà en la presentación del acto denominado Encarinyena’t de l’Empordà. Según ha confirmado, la ayuda del INCAVI ha sido clave para la recuperación de la variedad roja y ha asegurado su investigación hasta poder incluirla en el pliego de condiciones de la Denominación de Origen. No obstante, todavía agrupa alrededor de 5,8 hectáreas, una cifra que según Casacuberta “se irá ampliando”. Con este reconocimiento, pues, alrededor del 25% de las variedades que cultiva el territorio son de Carinyena; el 36% de Garnacha; y el resto son otras variedades.
La Carinyena se caracteriza por lograr vinos con mucho color y mucho cuerpo, pero poco aromáticos. Los jóvenes que se elaboran con esta variedad tienden a tener un punto de acidez característico y la frescura identitaria de un vino blanco. En cuanto a la Carinyena Roja, variedad de la cual se ha asegurado que hay documentación de su cultivo que data del siglo XIX, se caracteriza por su firmeza con sabores afrutados pero más bien confitados. De hecho, la reflexión de Roca ha sido hablar de la fruta más pasa, que conserva el sabor, pero tiene esta complejidad más notable. No obstante, la Carinyena Roja también tiene un punto cítrico que hace que no pierda la frescura ligada a esta variedad autóctona catalana.

Una travesía por los colores de la Carinyena
La cata dirigida por el maestro sommelier, Josep Roca, ha constado de trece vinos tranquilos, todos representantes de los viñedos de Carinyena del Empordà. Con tres preludios ligeros antes de cada tipo, Roca ha cautivado a un público profesional con su narración de la travesía por las diferentes texturas de la variedad. Los primeros cuatro vinos han sido de Carinyena Blanca, destacable por su tono fresco y ácido que activa la salivación.
Les han seguido los protagonistas del evento: la Carinyena Roja. Los vinos presentados, de los cuales solo se han hecho alrededor de 300 botellas de cada uno, han demostrado ser lo que faltaba en el Empordà al convertirse en el elemento de unión entre blancos y tintos. De estos vinos, Roca ha descrito su crecimiento en el paladar, «que hace que no pienses que es un vino pequeño». Los dos elaborados servidos han sido el Vd’09, de Vinyes d’Olivardots; y el Vi de Postal – L’Escumador, de la bodega cooperativa de Espolla. Del primero ha destacado su intensidad y «la expansión del centro a los laterales», ha concretado el propietario del Celler de Can Roca. En cuanto al segundo, de un color mucho más oscuro que el primero, ha reconocido el regusto de fruta confitada que caracteriza la variedad Roja, «pero con un matiz de avellana«.
Bien entrada la tarde han llegado a la mesa los últimos vinos de esta travesía por la Carinyena; los tintos. En este caso, han sido los máximos representantes del fuerte color y cuerpo de la variedad. Aun así, Roca los ha descrito como «el equilibrio entre la acidez y la profundidad«, ya que el punto cítrico de la Carinyena refuerza el cuerpo del vino, lo que produce una sensación equilibrante al probarlo. Con todo, pues, la DO Empordà ha completado su colección y ha hecho gala del gran trabajo de sus bodegas, que como la gran mayoría de los catalanes, han demostrado que la identidad del territorio es lo que los hace únicos.