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Agustí Torner: «Aunque falten toneleros, nunca se perderá el oficio»

El año 2023 arrancaba con una triste noticia que afectaba por igual a la región del Penedès y al oficio de los toneleros: la carencia de relevo generacional llevaba al cierre definitivo de una de las tonelerías de más larga tradición de la zona, la Torner, con unos orígenes que hacían mirar atrás nada más y nada menos que hasta el año 1739. ¿Cómo podía ser que un país que produce centenares de miles de botellas anuales dejara perder una tonelería así?, se preguntaban muchos. Y, a pesar de todo, fueron pocos quienes dieron el paso adelante para salvarla, poco antes del último suspiro, casi horas antes del adiós definitivo: la familia Suriol, Francesc y el Asís, la Nuria Guillaumes y en Sergi Camps se unieron para comprar y continuar el negocio.

Agustí Torner Samper (Vilafranca del Penedès, 1951) atiende Vadevi -remarcando que esta es la primera entrevista que da en toda su vida- y comparte la satisfacción de la noticia de compra. «Estamos muy agradecidos -habla sobre todo en nombre suyo, pero también de la mujer, Montse Mitjans, y muy seguro de sus antepasados, a quienes recuerda a menudo durante la conversación-, no solo por este gesto que permitirá seguir sumando años al proyecto, sino también porque, gracias a ellos, el oficio de tonelero continuará estando presente en el Penedès».

Agustí Torner, en la nave de la calle Melió de Vilafranca donde se ha trasladado la tonelería | Foto: E.V

«He nacido entre serrín»

Los orígenes de la tonelería Torner son, como decíamos, a primeros del siglo XVIII, pero con el Agustino repasamos la historia más reciente. Recuerda el abuelo, Josep Torner Juvé, y el padre, Josep Torner Martí, y su paso por una cooperativa de toneleros que se gestó en épocas magras con el objetivo de mejorar el trabajo del colectivo, pero de la cual parece que no estaban demasiado contentos y decidieron salir y de nuevo coger las riendas del negocio familiar por cuenta propia. «En Vilafranca se podía contar casi un tonelero en cada calle, era un oficio muy extendido», apunta, «hasta que vino una crisis muy fuerte de la cual surgió esta idea de unirse en cooperativa«.

El padre y el abuelo -que, por cierto, tenía un gemelo que también se instaló por su cuenta – instalaron la maquinaria necesaria para continuar produciendo botas en la calle Rafel Soler de la villa. Los iba bien, recuerda el Agustino. Era una época en que mayoritariamente destinaban la producción a empresas que transportaban vinos del Penedès a otros destinos. «La mayor parte de la carga se iba a Galicia, pero también salía alguna dirección en las Canarias», comenta. Y lo tiene presente y fresco porque él lo ha vivido siempre en primera persona, desde muy pequeño -«nací entre serrín», confesa- y como un trabajador más a partir de los 14 años, acabada la escuela, cuando ya «tenía edad» para entrar al obrador y empieza como aprendiendo.

Proceso de elaboración de una bota | Foto: Tonelería Torner

«La bota de castaño nos ha salvado»

Una de las particularidades que ha marcado la trayectoria de la tonelería Torner ha sido el trabajo con bota de castaño. «Tiene sentido porque aquí somos tierra de castaños«, incidirá el Asís Suriol, que se une un momento a la conversación, «y es lógico aprovechar la madera que tienes más al alcance«.

De hecho, los Torner siempre han apostado, y en el momento del anuncio del cierre es uno de los motivos de peso que hacen eas nuevos propietarios tomar la decisión de compra. «Los Suriol y Can Ràfols del Madrigueras fueron los primeros que nos compraron castaño, éramos de los pocos que producíamos», apunta el Agustino. Y el Asís remata: «El castaño es uno de los principales responsables que hubiéramos decidido tirarnos de hacia la aventura», confesa.

Sea como fuere, inicialmente las construían sobre todo por empresas transportistas, y con el tiempo -y la llegada de los camiones cuba y los frigoríficos- hacen toneles que las bodegas demandarán para hacer las crianzas de sus vinos. «A primeros de los 2.000 crece la tendencia de elaborar vinos tintos, y de hacer crianzas que pasaban por madera», apunta el Agustino; por eso por la tonelería cambia el perfil de compradores. «Uno de los secretos por habernos mantenido activos durante tantos años es que nos hemos ido adaptando al cliente, a la demanda del momento», dirá el antiguo propietario: producir botas de muchas capacidades, tinas, hacer reparaciones…

Un tonelero en el obrador de Torner | Foto: Tonelería Torner

No ser profeta en casa tuya

El Agustino es un hombre apacible, de buenas palabras, pero sí que en algún momento deja entrever que no siempre se han sentido profetas a casa suya. Aun así, parafrasea el abuelo cuando dice que «pueden faltar toneleros, pero nunca se perderá el oficio«. El Asís hace una comparativa con las variedades, cuando «viene la moda» de las internacionales que sustituyen las locales. «Parece que el roble francés o el americano tenga más glamur«, lamenta, «y quizás todavía tenemos que vivir esta revolución que muestre que esto que tenemos cerca de casa tiene incluso más valor que el que llevamos de fuera».

En este sentido, y poniendo la mirada en los planes de futuro del negocio, Asís y Agustí se miran cómplices y avanzan sin entrar en detalles que quizás abren camino hacia el trabajo con una nueva madera de roble catalán, obtenido en la zona de los Pirineos. «Hemos hecho algunas pruebas que demuestran que nos puede aportar el mejor del roble francés y el americano en un único depósito». Sumado a todo esto, también tienen claro que el futuro pasa para ampliar la difusión del proyecto y dar visibilidad no solo a un negocio histórico sino también cómo es el día a día entre máquinas, maderas, serrines y hierros con los cuales se construye cada nueva bota.

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