Ahora ya es indiscutible la presencia del cambio climático entre nosotros y también sus efectos, mayoritariamente negativos, en el contexto mediterráneo donde nos encontramos. Aun así, no todos los sectores aceptaron la evidencia ni lo hicieron al mismo tiempo, cosa que, entre otras cosas, hizo que se atrasara la toma de conciencia ante el problema y, en consecuencia, la puesta en marcha de acciones claras para adaptarse y mitigarlo a la vez.
La viña y el vino, un sector ejemplar
Hay que destacar, pero, el papel de el sector de la viña y el vino, que lo ha visto claro desde hace muchos años y empezó una tarea que se mantiene hasta hoy en el ámbito interno y externo, de información y formación, para plantear y aplicar soluciones tanto a escala individual (ejemplos: Gramona, Pinord, Torres…) como colectiva (AVC, INNOVE, PTV…).

Todo ello, diríamos, es plausiblemente atribuible a la conciencia de la localización geográfica del sector, con la inevitable dependencia del ciclo hidrológico natural (el 65% se desarrolla en condiciones de secano estrictos) y de los fenómenos climáticos/meteorológicos extremos (heladas tardías, olas de calor, granizadas…). Y lo hace aplicando al mismo nivel la necesidad de mantener un medio ambiente resiliente y, en él, el único cultivo de secano con producción aceptable y alto valor añadido: la viña y su resultado, el vino, para que ambos perduren funcionalmente.
La iniciativa privada ha planteado estrategias diversas
El sector privado, tanto en cuanto a iniciativas particulares y/o colectivas, enmarcadas en la AVC, INNOVE, PTV… ha planteado una muchedumbre de estrategias agronómicas para hacer viable y resiliente el cultivo de la viña. Así, han vuelto a valorar los suelos en el que hace referencia a sus propiedades fisicoquímicas (contenido en carbono, nutrientes, pH, porosidad, capacidad de retención de agua…), biológicas (microbiota y fauna edáfica) y estructurales (mantenimiento de las líneas de nivel de evitar puntos de erosión, mejorar la técnica de la labrada…).

Han repensado el material vegetal en cuanto a variedades convencionales y/o ancestrales, sus clones, diferentes portaempelts… así como material de nueva formación, con el fin de que la productividad quede en un segundo plan pero que sean muy eficientes en el gasto de recursos por unidad de producción, tanto en aspectos cuantitativos como cualitativos. Junto con el material vegetal, se ha revaluado y reconducido la agronomía, valorando la densidad de plantación, la disposición de las cepas, su conducción, injerto y poda y teniendo en cuenta las aplicaciones de abonos y fitosanitarios antes y más allá del Pacto Verd de la Unión Europea.
La colaboración publicoprivada, una pata crucial
En paralelo, y con los sectores público y privado trabajando conjuntamente, se tiene que destacar la Academia de Poda de INNOVI, desarrollando una tarea formativa y divulgativa para obtener cepas más longevas y con una mayor funcionalidad hídrica, destacándose entre sus acciones la sugerencia de poda por la sequía actual; el Oficina del Regante de RuralCat, generando y ofreciendo información detallada de qué cantidad de agua hay que aplicar en el riego en cada momento del cultivo; y el Observatorio de la Sequía del Alt Penedès, explicando semanalmente el estado del ciclo hidrológico de las viñas en secano.

Proyectos con puntos claros en común
Todos ellos están pensados y presentados como información, con sugerencias o sin ellas, para ayudar en la toma de decisiones agronómicas de los diferentes técnicos involucrados directamente en la gestión del cultivo. Sea como fuere, hay varios puntos en común entre todas y todos los implicados.
Casos prácticos: de Raventós i Blanc a L’Olivera
«Estamos viviendo una situación que hace imposible las predicciones, saber qué pasará con las temperaturas, la pluviometría…, esto complica entender el presente y futuro de la viticultura», comenta con Vadevi Pepe Raventós, de Raventós y Blanco (Conca del Riu Anoia, Penedès). De aquí la importancia, insiste, cada vez más emergente, de estar atento a cada parcela, a cada planta, para actuar
«Todo pasa por la observación y la acumulación del conocimiento que tenemos de cada finca, para poder tomar decisiones radicales, cosa que nos pide ser muy flexibles y adaptarnos a las necesidades reales de cada añada». Y todo, insiste, «huyendo de simplificaciones«, porque «puede parecer que plantar viñas en altura, o en el norte de Europa tendría que ser el camino y no lo es, allí las especies no están acostumbradas a las olas de calor, como lo pueden estar acostumbradas en Cataluña», espeta.

El viticultor explica que acumulan un déficit de agua aproximado de 200mm, que desde el primero de octubre (inicio de la añada climatológica), hasta ahora, han llovido tan solo 205mm. «Sería fantástico ver llover», soñará, pero mientras tanto, «tenemos que ser conscientes de la situación y actuar en consecuencia».
Por eso, han decidido poda corta para pedir menos esfuerzo a la planta, han segado las cubiertas vegetales para evitar competencia por el agua, y han avanzado la poda en verde para eliminar rebrotes y favorecer el crecimiento de los más productivos, y han trabajado para mantener los suelos estructurados para retener mejor el agua. No son partidarios del riego -«el factor añada es importante y la pluviometría uno de sus rasgos, no queremos estandarizar la producción», reflexiona-, pero, aun así, lamenta que ya son muchas las añadas que vienen con carencia de agua y esto pone en peligro el futuro de la planta y, por supuesto, de la producción.
Sea como fuere, y a pesar de que la situación reclame acciones puntuales, año a año, Pepe Raventós insiste en el hecho que hace falta una mirada más amplia. «Quiero pensar que esta no es una situación que haya venido para quedarse, pero, aun así, tenemos que ser conscientes que el impacto climático va mucho más allá de la vendimia 2023 o las recientes últimas vendimias».

Mientras tanto, en La Olivera…
Desde L’Olivera, en Vallbona de les Monges (DO Costers del Segre), su director técnico Pau Moragas entiende que la agricultura de secano se encuentra ante «un gran reto» para intentar afrontar una situación que, en su caso, considera «dramática«. «Esta viticultura solo será viable si se compensa su falta de productividad, especialmente, los años secos como el actual», dirá a Vadevi.
Quien también es responsable del Grupo de Trabajo de Viticultura y Patrimonio Vitivinícola, dentro de la DO, reivindica, pues, la necesidad de tener especial cuidado de este tipo de viticultura: «precios mucho más altos que la viticultura de regadío; o que la sociedad valore esta viticultura por los valores ambientales que aporta«. Es decir, pagar vinos más caros o pagar a los campesinos por los valores ecosistémicos como hacer cortafuegos con las cepas, belleza paisajística… En definitiva, «si la viticultura de secano cada vez ingresa menos dinero, solo será viable si vemos la manera de compensar esta bajada».
Aterrizando esta petición a la realidad vitivinícola, el técnico apunta como posibles opciones “poner las viñas en zonas donde el suelo retenga más la humedad, explorar la posibilidad de riego, cambiar el material vegetal con variedades más resistentes a la sequía o mirar hacia variedades más mediterráneas que atlánticas». Habla de una viticultura de climas extremos que piden «prácticas de mantenimiento del suelo diferentes: poniendo en cuestión las cubiertas vegetales, planteando el riego o cambiando los sistemas de conducción por sistemas menos exigentes respecto a la necesidad de agua”, concluye Moragues.