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Eloi Cedó, el enólogo que da sabor al paisaje mallorquín a través del vino

Eloi Cedó y Nacho Martínez han sido la pareja ganadora de la 15.ª cata de Vila Viniteca. Se llevan treinta mil euros y todo el reconocimiento de un sector que entiende la heroica tarea de determinar variedades, origen y marca, entre otros parámetros, de catorce vinos -siete en la fase clasificatoria y siete en la final- procedentes de todo el planeta y que han tenido que determinar a partir de una cata hecha completamente a ciegas.

Ganadores de la 15.ª Cata por Parejas de Vilaviniteca | Foto: Vila Viniteca

«Nacho y yo bocado conocemos de hace muchos años«, comparte el Eloi con Vadevi. Lo cogemos entre viñas, volviendo a su habitual rutina después de la euforia del reconocimiento que han recibido hace tan solo unas horas antes. Y confiesa que la amistad, la admiración y el respeto mutuo, sumado a un gran conocimiento de los vinos del mundo y de haber probado unos cuántos, han acontecido la fórmula mágica que los ha permitido llevarse lo codiciado cheque que merecen los primeros clasificados del concurso que anualmente organiza la distribuidora barcelonesa.

La Eloi está contento, dice que este reconocimiento lo ilusiona, pero piensa sobre todo en la familia, y especialmente en su compañero de juego, a quien regala todo de elogios y buenas palabras. «En Nacho se lo merece más que nadie, dirá, tiene un talento innato por la cata y es uno de los mejores profesionales del sector del vino de nuestro país y ahora el premio así lo reivindica».

Explica que este año es el cuarto o quinto año que compiten juntos, e insiste que se preparan por separado, pero pocas veces practican plegados más allá de cuando se encuentran y aprovechan para compartir y comentar vinos; así mismo fue el día antes del concurso, en que si probaron algún vino con compañeros de las Canarias, del proyecto Comando G, o de Decántalo, donde trabaja Martínez. El cierto, explica, «es que siempre bocado hemos entendido bien», y que «sumado a su talento innato, durante la jornada de cata estuvo más clarividente que nunca», confesa. De hecho, apunta, «todas las intuiciones, excepto una que tuvo, fueron acertadas«, advertirá. Quizás sí que en las fases previas fallaron algunos detalles de los dos primeros vinos, recuerda, pero, que los cinco siguientes los «clavamos«. Y se explica: «fuimos muy ajustados, sobre todo en las añadas y los países productores», dice el Eloi.

Eloi Cedó con Catalina Bibiloni | Foto: Baleares Vadevi

De familia humilde de Tivissa en Mallorca

Eloi Cedó recuerda a menudo a la familia cuando habla de su trayectoria. Nacido en Cataluña en 1982, este tivizenco proviene «de una familia humilde«, dirá, de padre pintor y de madre ama de casa, a quien debe de haberse podido formar en ingeniero agrícola y en enología en la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Ha trabajado en el Priorat -Álvaro Palacios, Mas Doix-, ha viajado y aprendido de vitivinicultura desde Nueva Zelanda, Chile, y en 2010 hace el salto en Mallorca, donde colabora con Francesc Grimalt y Sergio Cabellero a 4 Kilos.

Con ellos es con quien elaborará su primer vino, Château Paquita, un homenaje a la madre «porque ella también tiene que poder tener su propio castillo», justificará. Un vino del cual el sumiller Josep Roca ha dicho bondades como que «transita por el paladar de manera festiva y vivaracha» y que es fruto «de una revolución lenta, del trabajo en acústico: un hombre, una viña que atiende la importancia de la mano que mece el vino, con un amor de madre auténtico y natural». Y ahora, suma añadas a esta referencia de vinos desde su proyecto ‘Sistema Vinari‘, donde confesa que ha llegado después «de aprender a desaprender, y volverme a formar», comparte con orgullo. «Y ahora puedo expresar mi visión de una Mallorca con la cual hace años que convivo».

Retirarse a casa y hacer vino en el Priorat

Con el dinero del premio, dirá, «quizás me compro un tractor», porque ahora mismo lo hago todo a mano, y seguro que será una buena inversión para mi día a día. El que tiene claro es que no cambiará su proyecto. «Me siento cómodo haciendo 7, 8 o 9 mil botellas el año, no más», comparte, y sobre todo, pudiendo sumar vendimias a las viñas viejas que «son las que más me gusta trabajar». Y con el tiempo, cuando Rita sigue algo más grande -habla de la hija-, quizás volver a Tivissa, «retirarme a casa y hacer algunos vinos en el Priorat, o en algunos productores del territorio», soñará.

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