El mundo vitivinícola atraviesa una crisis de consumo a escala mundial. La pandemia marcó un antes y un después en la manera en que el consumidor se relaciona con los productos y las prioridades dieron un giro de 180 grados. Desde entonces, el sector del vino lucha por volver a tener un lugar principal en las mesas del planeta. Cataluña también se ha implicado en la guerra por recuperar a los consumidores y constantemente se intenta hacer promoción del vino catalán, una tarea que aún tiene muchos flecos por pulir. La realidad es que el consumo de vino catalán ha crecido un poco este 2025, pero uno de cada cinco catalanes desconoce la procedencia del vino que bebe. En este sentido, hay una parte de la población de Cataluña que no se fija en el elaborado a la hora de comprarlo, o simplemente se guía por diferentes opiniones que no son la suya. Una situación que obstaculiza la lucha por el aumento del consumo, ya que la estrategia gubernamental y de las bodegas es explicar el valor añadido del vino y su origen. Una apuesta que podría no funcionar para el 20% de los catalanes que beben vino.
El nuevo Barómetro del Consumo en Cataluña 2025 ha sido la estrella de la presentación del Institut Català del Vi i la Vinya (INCAVI) de este jueves. El estudio busca hacer una radiografía del sector vitivinícola y analiza los datos cualitativos que hacen que los catalanes no beban vino. Una de las conclusiones irrefutables del informe ha sido la caída del consumo, aunque este año ha sido más moderada que otros años. De esta manera, el consumo semanal de vino del 2025 se sitúa en el 19%, mientras que el año pasado era del 21%. Ahora bien, no todos los catalanes saben del todo lo que beben, ya que alrededor de un 20% desconoce la DO del vino que bebe, o si proviene de viñedos de proximidad. Una cifra alarmante que sube aún más entre los jóvenes, donde ya es un 25% aquellos que beben sin saber de dónde proviene el vino. Una situación que desde el INCAVI aseguran que «debe cambiar» en palabras del director de la entidad, Joan Gené y reconocen que tienen diferentes estrategias para recuperar el vino como elemento cultural.
Según la encuesta del barómetro, el vino también se percibe como una bebida complicada. Más de la mitad de los consumidores -sobre todo mujeres y jóvenes- confirman que elegir un vino les resulta complicado. Se trata de una percepción que a menudo se arrastra de otras generaciones y que aún hoy condiciona la manera en que muchas personas se acercan al vino. En paralelo, el sector reconoce que es necesario continuar trabajando en la divulgación y la educación para romper esta barrera inicial. Esta no es una teoría nueva, de hecho, desde hace años se pide que el sector simplifique la información, con etiquetas más dinámicas y sin todas las palabras grandes que rodean al vino de un cierto esnobismo. «Debemos simplificar mucho más los mensajes para los consumidores», explica Gené durante la presentación, quien además añade que no es muy partidario «de poner muchos sellos en la etiqueta».
Una realidad que también expone el informe -y que se comparte en todo el planeta- es la preferencia del consumidor por vinos con menos graduación. De esta manera, el momento de beber vino está dejando de ser solo en celebraciones y seis de cada diez catalanes afirman que les gustaría una copa de vino en la recientemente recuperada hora del vermut. No obstante, uno de cada cuatro encuestados revela que su consumo aumentaría si el vino tuviera menos graduación. Dos cuestiones que responden a las tendencias mundiales actuales, donde cada vez se bebe más vino para acompañar un aperitivo, pero hay un claro favoritismo por aquellas bebidas más ligeras, o incluso con menos grado alcohólico.

La pérdida de relato catalán
El estudio del INCAVI concluye que no solo se ha perdido el consumo, sino que también hay cierta desconexión del consumidor con la historia que hay detrás del vino. «El vino catalán tiene una base sólida de valores -calidad, territorio y tradición-, pero debe ser capaz de expresarlos con un lenguaje más fresco, cotidiano y accesible», asegura el informe. Es por eso que se exponen los datos de interés para el enoturismo como una herramienta para recuperar esta curiosidad por más que la botella. Según las cifras, el 72% de los catalanes encuestados confirma que tiene ganas de hacer alguna experiencia de turismo del vino, mientras que el 42% afirma que ya ha participado en alguna. Para el INCAVI esto abre una puerta de entrada emocional al vino, «una manera de crear vínculos con los consumidores», describe el director de la entidad.
También las redes sociales emergen como una fuente para salvar el relato catalán del vino, sobre todo entre las generaciones más jóvenes. Sin embargo, hace tiempo que se habla de los jóvenes como un grupo social prácticamente perdido para el sector vitivinícola. Una situación que podría cambiar con el ingreso de las bodegas en las redes sociales. De esta manera, el informe recuerda que Instagram y TikTok se posicionan como «espacios clave para comunicar de manera más visual, cercana y experiencial, alejándose del tono solemne y técnico». De hecho, el informe habla sobre el récord con campañas publicitarias de vino que este año ha subido hasta el 48% y expresa la posibilidad de trasladar estas cifras a las redes sociales para conectar con la gente más joven.
En resumen, el informe destaca las preocupaciones principales del sector, sobre todo en cuanto al poco conocimiento que tiene el consumidor de lo que compra. Aun así, también reconoce que hay margen de maniobra y que mientras la tendencia se mantenga en una bajada sostenida, es necesario hacer más esfuerzos para llegar a más personas. «Hace falta menos solemnidad y más emoción compartida», concluye el estudio, que también añade que aún hay una oportunidad de cambio de dirección: «El vino catalán puede recuperar terreno si se presenta como una experiencia cercana y responsable».