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Joan Asens, payés referente y gurú de la historia del vino en Priorat

“Si en la vida no hay sacrificio, no hay nada. Te tienes que implicar y tienes que luchar. Aquí en el Priorat si no nos hubiéramos puesto, tendríamos un caos de aerogeneradores en lugares incoherentes y mini polígonos por todas partes”. 

El enólogo y campesino Joan Asens milita en la perseverancia y en la defensa del paisaje que lo ha visto nacer. Es una voz autorizada y sensible a los terrabastalls que ha tenido que sortear el territorio que habita. Es hijo del Masroig, de abuelos y paras campesinos con viña, olivo, huerta, mulas e incluso sembrado.

“Mi padre fue presidente de la Cooperativa del Masroig durante 16 años, embotelló los primeros vinos, puso los primeros hashtags en el Castell de las Piñoneras y fue una de las personas que apostó por la creación de la Escuela de Enología Jaume Ciurana de Falset. Cuando tenía cinco años me va regalar una prensa y desde entonces que hago vino”, explica. Y añade: “Me ha gustado siempre ir al trozo, cavar viña, trabajar con la mula, tocar tierra… Estudié Enología en Falset y durante 10 años fui profesor en la escuela. Con el resurgimiento de los vallados del Priorat, apareció Álvaro Palacios y un día me pidió si lo quería ayudar”. 

Fue su enólogo durante 18 años, hasta el 2009. Recuerda como, plegados, crearon La Ermita, uno de los vinos más icónicos y deseados del mundo: «Era una uva que nosotros compramos por Las Terrases; entonces ya teníamos la obsesión de vinificar los vinos por fincas y ver qué salía de cada una. Vimos que aquella uva era muy espectacular». La Ermita nace el 93 y la primera añada sale al mercado en 95. «Costaba 16.000 pesetas, cuando los vallados valían entre 3.000 y 5.000 pesetas», recuerda.

Joan Asens
Joan Asens en una imagen compartida a su perfil de Instagram | Foto: IG

«Al Priorat, tienes que estar contento con el que tenso»

Lo Priorat le ha enseñado muchas cosas, como que la garnatxa y la carinyena cuando son jóvenes son variedades de poco color y tanino y que solo son extraordinarias cuando la viña es vieja. Por eso, a los 90 se utilizaron tanto el cabernet, el merlot y el sirà en las cupadas. «El que he aprendido en el Priorat, sobre todo, es que tienes que estar contento con el que tenso. No tienes que buscar nada más. Zoco del Masroig y he podido comprar viñas por todas partes, pero no lo he hecho. Pienso que el territorio tiene que ser capaz de gestionar su tierra, pero si no es capaz, bienvenidos los que llegan de fuera».

Y continúa: «Tenemos una población envejecida porque ha habido una fuga de habitantes durante más de 100 años. Trabajar la tierra es muy duro y la gente no está formada. El principal problema que hemos tenido ha sido la nula formación en viticultura y enología. España es el primer país del mundo en hectáreas de viña plantadas, pero ha vivido de espaldas a la formación agraria. Se impulsaba la fábrica, el negocio y la construcción pero no la agricultura. En Francia y en Italia, en cambio, hay muchas más pequeñas explotaciones y muchos más viticultores y todo esto liga la gente en el territorio y hace que esté mejor cuidado». 

Campesino antes de que enólogo

Coge impulso cuando se trata de salvaguardar paisaje y campesinado. Joan Asens es campesino antes de que enólogo: “Si no conoces todo el proceso, como cuidar la tierra, como va el ciclo de la viña, las enfermedades a las cuales está expuesta, el ritmo de maduración, la integración con el paisaje y las afectaciones del cambio climático… No harás nunca un buen vino, lo harás equivocado”.

Orto Vins y el vínculo existente entre viña y vino

Desde 2008 es copropietario de Orto Vins y continúa asesorando proyectos enológicos pequeños al Montsant, en el Priorat y en el Penedès. Con todos ellos mantiene una vinculación muy estrecha y no se está de decirles las verdades: “No me gusta ni la farándula, ni el show, ni la especulación económica, ni el crecimiento desmesurado. Por mí es muy importante cuidar las relaciones y los volúmenes, ya casi que no estamos a tiempo de defenderlo, porque las empresas solo quieren crecer y crecer”.

Desde Orto “aspiro a explicar una botella de vino como lo harían los campesinos. Tenemos que hablar de pueblos, parajes, fincas… Quiero poner el nombre de mi pueblo al vino, sin que tenga que ser una cooperativa y explicar las diferencias entre enclaves. La Carrerada es frescura, Las Pujoles, potencia, Las Tajadas de Can Nicolau, emoción y Palell, fragancia”, enumera. Orto es la necesidad de reivindicar el vínculo sincero entre viña y vino, el esfuerzo y el compromiso de generaciones de viticultores avezadas a leer los matices de cada trozo de tierra. Es el momento en que un astro atraviesa el plan del horizonte y pasa a ser visible a nuestro hemisferio, o sea, el nacimiento de un nuevo día. En definitiva, es mucho más que un nombre elegido por campesinos románticos y un estilo de hacer vino. 

«Explicar más el Montsant»

«Hay que explicar más el Montsant. Quizás las seis zonas geográficas que tenemos definidas se tienen que pensar mejor. Hay tres de diferenciadas: la zona alta, la intermedia y la baja. Los vinos tienen perfiles diferentes. Y cuanto más muy explicado está un territorio, la gente más se lo estimará y entenderá por qué tiene que pagar un precio u otro. Y en consecuencia fijaremos gente en el territorio y serán personas que después cuidarán o defenderán la tierra», reflexiona en voz alta Asens.

Afirma, por otro lado, que el Priorat está imparable con nuevas plantaciones, bodegas y pequeños hoteles nuevos y cree que 3 o 4 años se podrá volver a presentar la candidatura para incluirlo en la Lista de Patrimonio Mundial de la UNESCO: “Esto puede ser una salvación por la comarca, porque podamos continuar viviendo, porque habrá oportunidades para poner en marcha proyectos de calidad y dimensionados. Tenemos que estar preparados. El Priorat es bonito, pero alerta porque también tenemos bosques que están abandonados. Tenemos que cuidar la gente y el ecosistema”.   

«Mi trabajo me hace feliz»

Siente que hoy es donde quiere ser. “La mía es la trabajo que me hace más feliz del mundo. Tiene cosas complicadas, como la gestión burocrática, pero todo el resto está bien. Y pienso que trabajándolo, lo podemos conseguir todo. El Montsant tiene muy buena proyección, como el Penedès o el Priorat. No nos podemos vender a la moda ni a la productividad máxima, la moda lo tienes que hacer tú y tienes que ser consciente de todas las acciones que haces, como contaminar el mínimo posible. Tenemos que ser generosos, mejorar el lugar donde somos, tener paciencia y que todo el mundo se sienta representado”, dice en referencia a la pertenencia a una denominación de origen, del cual es un ferviente defensor. 

Más allá del vino, la música, el cine y el teatro también lo seducen las pocas horas libres que tiene: “Son experiencias. Como la gastronomía. Me gustan las cosas en que te emocionas, y lo puedes hacer con un vino, con una película, con una canción…”. Su repertorio cinéfilo incluye desde la ciencia ficción a los dramas y es por este vínculo tan estrecho con el cine que Joan Asens es uno de los valedores del Festival Internacional de Cine y Vino, el Mosto, en el Priorat. Le gusta beber vinos con tipicidad y tradición. Reconoce que en este sentido es un clásico y es consciente que hay que incorporar a gente joven en la cultura del vino: “No querrá beber el vino del abuelo porque le parecerá carca, por eso la movida de los vinos naturales es buena y nos permitirá incorporar nuevos públicos al sector”. 

El futuro del vino lo lee con optimismo: “Hay inquietud y gente joven. La viticultura está salvada, la agricultura no lo sé. Tenemos universidades y formación enológica, hay sumilleres, interés y curiosidad, sensibilidad nueva a la cocina, una mini revolución que ayuda y hace visible el vino”.

Uno que lo ha sorprendido recientemente es Puro Quinta da Touriga de la bodega Jorge Rosas al Douro, elaborado con racimos de touriga nacional y tinta roriz: “Es un entorno mucho prioratino. Un vino denso, de capa alta, pero con aromas florales y balsámicos. Fresco y delicado”.

Un vino fluido para un hombre inquieto y con nervio que bebe de la herencia familiar y se llena los ojos de vida hablando de las familias de Orto que apuestan por variedades autóctonas, viñas en vaso y el gesto valioso de no labrar: “El hecho de labrar no es tradicional. Antes se hacían dos labradas al año con la mula y siempre había hierba entre viñas. Lo que no podemos hacer es labrar intensivamente porque tendremos un desierto. El campesino tiene que ser consciente que con agricultura ecológica no hay suficiente. Se tiene que ir hacia la biodinámica, la regenerativa… para dar fertilidad a los suelos y evitar la erosión”. Quizás el camino es seguir la franqueza de Orto, que también es un prefijo de origen griego que significa recto, correcto e incluso bonito.

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